Beso.
El beso es de amor y de amistad; en la mejilla, en la frente y en los morros; suave como una caricia, profundos... Hasta que te lo roban.
Besar es hablar callando, es silenciar las palabras y dejar los sentidos sueltos, es dar a los labios su utilidad más intensa y profunda; besar es morder el amor y la vida, es llenarse de sensaciones sin literalidad alguna, es fluir… y es reír, que para eso también está la boca y no solo para tragar quina y dieta vegana. Salvo que te roben el beso, claro, no digamos ya si te lo imponen como si fueran los santos óleos. Entonces era otra cosa.
Aquella tarde se sentía como Meg Ryan en aquella película, cuando le decía a Tom Hanks que siempre se le ocurrían las respuestas buenas, las elocuentes, las que tumban al más pintado, cuando ya se había pasado la ocasión de formularlas; a ella se le había pasado el momento de dejar el brazo suelto cuando él le agarró la cabeza para imponerle un beso y robarle el suyo, hubiera estado feo hostiar al tipo en aquel instante, con todas las cámaras inmortalizando la ocasión pero, pasadas las horas, lamentaba no haberlo hecho.
Él había quedado como un machirulo y un gañán, sí, pero ella como una idiota, como si no tuviera recursos para pararle los pies a un tipo como él ¡y vaya si los tenía! A ratos se veía soltando el brazo al más puro estilo Gilda, a ratos levantando la rodilla como para controlar la pelota en el campo, a veces sujetando los dos brazos que agarraban su cabeza y dejándolos en la cadera del ladrón de besos… Y así iban pasando los días, a vueltas con lo que no había hecho pero ¡qué carajo! Ella no había hecho nada, el que iba imponiendo y robando besos era el otro.
–¡Mira qué bien cómo te apoya todo el mundo! ¡anda y que le den café al listillo ese!– le decían en casa y ella sonreía notando sabores dulces y amargos en el cielo de la boca; con lo que le había costado llegar tan lejos y ahora resulta que iba a pasar a la historia porque un machirulo le había robado un beso, a ella, que había puesto siempre las pelotas (reglamentarias) por delante, que había calzado botas con tacos y regateado en corto y en largo para lograr no ya destacar en un mundo vedado a las mujeres sino construir ese mundo deportivo en el que goles son amores para sí misma y para otras…
Y al final un tío se tocaba los huevos en un palco, le imponía un beso en el campo y apenas nadie recordaba ya que era campeona del mundo… de fútbol.