Avestruces.

Este es un cuento de aves que no son pájaros, de ciegos que no quieren ver y de niños muy resueltos...

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Lo vio salir del colegio con la mochila a cuestas, arrugando la nariz como hacía siempre que las gafas amenazaban con deslizarse por ella y buscándola entre el mar de padres, madres, hermanos, abuelos, tíos, primos y demás familia que rodeaba el acceso al edificio escolar. Sonrió para sí porque sabía que cuando salía así, solo, ligeramente ensimismado y buscándola con cierta urgencia, era porque tenía algo que contar… Y así fue.

Lo invitó a merendar en el obrador del barrio, al fin y al cabo era viernes por la tarde y si un viernes por la tarde no se puede cometer un exceso de chocolate con chocolate ¿entonces cuando?. Mientras daba grandes bocados, tan grandes como su exigua boca le permitía, a su croissant recubierto de chocolate, le explicaba a su madre que había discutido con la profesora de ciencias. –¿Y por qué?– Quiso saber ella… –porque las avestruces no son pájaros y la profe dice que sí y no-.

Son pájaros grandes, tan grandes que no vuelan pero son aves, cariño– le explicó al pequeño que seguía abriendo su boca tanto como podía para morder un buen trozo de croissant; –no– respondió muy resuelto y todavía con la boca llena –tienen unas alas ridículas que no son alas y no vuelan así que no son pájaros-; ella lo intentó de nuevo: –pájaros, pájaros… venga, no, pero son aves aunque no vuelan, tampoco vuelan las gallinas pero tienen plumas y pico y ponen huevos...-.

¡Que no!– insistió el pequeño muy seguro de sí mismo –que no son pájaros ni aves ni nada pero si no vuelan! y además las gallinas tampoco son pájaros– su madre dio un respingo y le preguntó –¿ah no? ¿y entonces que son?– el pequeño no dudó ni un segund0 a la hora de responder: –pollo frito… y tortilla de patatas-. Su risa divertida y contagiosa llenó la sala del obrador.

Ya camino a casa la madre quiso indagar un poco más acerca de lo que su hijo pensaba de las avestruces –entonces– dijo –si las gallinas son pollo frito y tortilla de patatas… ¿las avestruces qué son?-. El pequeño la miró muy resuelto y le respondió con absoluta convicción: –feas, cobardes y tontas-.

Se preguntó cuándo y de qué manera le habría cogido su hijo tanta manía a las pobres avestruces pero no tuvo que preguntarlo, el pequeño se lo explicó con todo detalle: –es que, mamá, son feas porque son feas, no tienen ni plumas de colores ni nada y además son como grandes y gordas y tienen una cabeza enana y… ¡pero si parecen dinosaurios!; y son unas cagonas además porque nos explicó la profe que meten la cabeza en el suelo porque así, como no ven a los malos, se creen que los malos no las ven a ellas, vamos, que son tontas…-.

Pero corren mucho– dijo ella tratando de salvar la dignidad de las pobres avestruces –ya lo sé– le respondió el niño –¡porque son cagonas!-.

Vaya, vaya…– comentó ella –entonces huir está mal ¿siempre?– El niño la miró antes de responder –a veces…– dijo encogiéndose de hombros –pero solo si no tienes otro remedio y las avestruces ni saben si tienen que escaparse o no porque esconden la cabeza y ni miran, solo corren como cobardes-.

Entonces tú no quieres ser como las avestruces ¿no?– le preguntó ella riendo ante el odio africano que las pobres avestruces habían despertado en su hijo –¡noooo! yo quiero ver las cosas que pasan ¡por eso me pongo las gafas bien!– añadió arrugando de nuevo la nariz para colocar las dichosas gafas en su justo lugar (ella tomó nota mental del ajuste que le iba haciendo falta a aquella montura…) –yo quiero ver las cosas y entonces… bueno, a lo mejor tengo que salir corriendo o a lo mejor no ¡y peleo!-.

¿Peleas?– preguntó ella un tanto sorprendida porque aquel mocoso que no levantaba apenas unos palmos del suelo no se había metido en peleas jamás… –yo no quiero pelear– respondió el niño –pero, mamá, si viene uno y te insulta… ¡yo no soy una avestruz! pues peleo...

¿Y si es más grande que tú y te gana?– El pequeño la miró casi llamándole boba con la mirada –pues pierdo… pero peleo, yo no soy una avestruz-.

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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

Cancelado.+

Cancelado.

Respiró hondo, se tocó la cara, el pecho, los brazos... se sintió aliviado al descubrir que seguía vivo y siguió durmiendo. Tal vez estar cancelado no fuera tan malo. + ver

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