Galería de imágenes
cerrarRicas criaturas.
Los niños se convierten en nuestros ídolos con la llegada del otoño y la industria de la moda no iba a ser menos.
Estoy enfadada. Lo estoy porque se han acabado las vacaciones. Sí, formo parte de ese reducido grupo de personas que admiten sin ningún temor o vergüenza que septiembre no es el mes favorito porque solo suponga un adiós dramático al bikini. Soy de las que afirma-llora-patalea ante la vuelta al trabajo, que es de todo menos agradable y, para colmo, el calor sigue apretando.
Entonces nada te convence: ni las huellas que aún quedan en las tiendas de las rebajas bajo el pseudónimo de ‘promociones’, ni las pasarelas internacionales que asoman la patita para intentar animarnos con las tendencias que llevaremos el próximo verano ni los brotes de jerséis y abrigos que saltan a los escaparates para incitarnos a ‘vestir al frío’.
Septiembre queda para sus héroes, aquellos que son capaces de dominar los últimos grados soporíferos y que viven con pasión cada madrugón durante siete días a la semana: los cinco primeros para cumplir con las obligaciones y los últimos, los de la libertad, para zambullirse de lleno en su tiempo libre. Esos que son capaces de afrontar largas tardes de deportes y artes para, después, irse de tiendas y aguantar eternas colas. Y todo ello sin un café en el cuerpo.
Los niños se convierten en nuestros ídolos con la llegada del otoño y la industria de la moda no iba a ser menos. No solo nos lo presentan como ‘pequeños’ adultos que convierten el cole en la nueva oficina, sino que las tendencias de las temporadas ven en ellos un símbolo más de inspiración. Y es que ante la temida reacción a que los pequeños de la casa vean sumergida su inocencia en un mar de modas, estampados y colores imposibles existe una concienciación por parte de las marcas.
Las firmas de moda las han convertido en una de sus últimas especialidades, donde las prendas cobran mayor prestigio que las colecciones ‘maduras’ por la complicada combinación que dan como resultado un auténtio it kid. Para los gigantes del sector es una vía más de negocio que cada año se ve incrementada por el boom de estos mini-fashionistas. Algo que, por una parte, se convierte en un instrumento básico para dar pie al desarrollo de la personalidad de los niños y que, precisamente por eso, debe cumplir con una regla básica: el respeto por sus sueños.
Porque, al fin y al cabo, no debemos olvidar que son estas ricas criaturas las que se encargan de dar otra visión del mundo y, por ello, las únicas en cuyas manos dejamos, con el paso del tiempo, la historia de la moda.