Querido Fox, a su cabeza.

El sombrerero real ha dicho adiós a los 82 años en su querida ciudad de Londres...

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No era precisamente un esclavo que tuviese que desvelar el alcance de su libertad a través de los sombreros, como hacían los egipcios, pero Fox Frederick sí llegó a ser una dependencia para algunas de las ‘cabezas’ más importantes del mundo a lo largo de sus más de 30 años de experiencia. El sombrerero real ha dicho adiós a los 82 años en su querida ciudad de Londres tras convertirse en uno de los grandes genios de la historia capaz de dar lugar a una nueva generación de artesanos y a un nuevo concepto de uno de los complementos más especiales en el mundo de la moda.

Cuentan que son más de 350 los sombreros que salieron de las manos de este australiano ante el que Isabel II decidió postrar su cabeza desde 1968, con sus visitas a Chile y Argentina. Suficientes para hacerle merecedor del título de Teniente perteneciente a la  Real Orden Victoria en 1999, otorgado durante un cumpleaños de la propia reina de Inglaterra. Su discreción y la pasión exclusiva hacia lo que hacía no ha hecho de él uno de los profesionales más destacados y conocidos en los medios de comunicación, algo que no ha impedido que Hillary Clinton, Joan Collins o Diana de Gales confiasen la protección de sus pensamientos y elegancia a Fox.

Una pasión que comenzó en Sydney junto a la famosa modista francesa Henriette La Motte, que trabajaba en Rowe, una de las calles del barrio bohemio de la ciudad. Su evolución y sus intuición le llevaron junto a la realeza, donde sobrevivió a 3 sastres, 4 modistas y 3 diseñadores para poder quedarse junto a la reina.

Pero la Casa Real solo es uno de los grandes logros que le han acompañado a lo largo de su vida. Con Frederick llegó el Fascinator en 1999, un ‘rescue’ en toda regla de un tocado que cayó en demodé en los setenta y que Fox convirtió en un it dentro de las bodas reales europeas o en el hipódromo de Ascot.

Un adiós a un maestro de la moda que, sin duda alguna, nos hace inclinarnos y dedicar un respeto infinito a toda una vida dedicada a hacer el mundo un poco más bello. Señor Frederick, nos postramos de lleno ante su admirable cabeza…

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