Noir.

El negro, color eterno, pasó por varias fases de 'maduración' hasta encontrar a su 'oscura' heroína: Coco Chanel.

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Nadie lo quiere. Nadie lo mima. Los muertos son los únicos que rinden honor a su esencia… Lo sé, todo muy tétrico pero, ¿alguien sería capaz de reprochar algunas de estas palabras? El negro siempre ha sido ese color carente de personalidad, el último de la ‘clase’, sobre todo alta, y portador de malos augurios. Hasta para la moda.

Cosa de criados y del servicio, este ‘pobrecito’ siempre ha vivido entre las faldas de nodrizas y criadas, al calor del fuego de cocinas y sobreviviendo al polvo de palacios y mansiones. Pero como todo lo que ocurre en la historia, el color eterno pasó por varias fases de ‘maduración’ hasta encontrar a su ‘oscura’ heroína: Coco Chanel.

Una vez más esta señorita fue la encargada de dar pie al proceso que acompaña a los grandes descubrimientos de la industria: un escándalo arropado por los cotilleos que, las futuras compradoras, se encargaban de generar en bucle para acabar con la vida social y profesional del sujeto en cuestión y ante el que, con el paso del tiempo, acababan sucumbiendo. Y el arma mortífera que la francesa desenfundaría para poner punto y final a este mundo de tinieblas no era otra que el vestido.

El ‘petit robe noir’ pasó a convertirse en el lienzo donde tendrían lugar algunas de las obras más importantes dentro del mundo de la joyería y la pedrería. Una tendencia que Coco resurgió en el siglo XX y que aquí (sí, en España) comenzó por pura practicidad en pleno siglo XVI.

Una herramienta de revolución que se ha convertido en una de las mayores inspiraciones para grandes casas de moda, impulsándoles a crear ‘tesoros’ basados en el negro. Un color con carácter, humildad, presencia y elegancia al que, desde hoy y hasta septiembre, se le hará honor en el Centro Americano para el arte y la cultura Mona Bismarck.

Este ‘fenómeno del armario femenino’, como lo definió Holly Gollightly, se ha reinventado por grandes del sector, como Stella McCartney, Givenchy, Marc Jacobs, Prada o Tom Ford, enfundándole la filosofía propia de cada firma pero, en ningún momento, perdiendo de vista lo que aquel pequeño vestido negro pretendía ser: la recuperación del patrimonio histórico y, ante todo, la decencia, de uno de los colores más presentes en el día a día y, por supuesto, al que la industria le debe todo.

El negro salve a la moda.

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