La escuela de los santos.
Rojas Sánchez sentenció que la educación no es más que el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida.
Galileo aseguró que el único objetivo que podía tener la educación sobre un hombre era aportarle la ayuda necesaria para encontrar la respuesta dentro de sí mismo. Wild podría continuar con el apunte de que nada que realmente valiese la pena podía llegar a ser enseñado y Rojas Sánchez sentenció que la educación no es más que el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida. Llegados a este punto, ajustemos las pajaritas y enfundémonos los guantes para disfrutar del mejor valls a base de trazos en uno de los salones más importantes en el mundo de la moda: el Saint Martin School.
En la industria pasa algo así como en el periodismo, convirtiéndose en una profesión donde uno no termina de aprender nunca o, simplemente, no comienza. Y es que a pesar de que las directrices básicas son necesarias para partir de alguna parte, ese comienzo viene dado por el ingenio y la inquietud del sujeto en cuestión. Cierto que las paredes de este templo de aprendizaje, fundado en 1989 y premiado con algunos de los reconocimiento más importantes, como el Queen’s Anniversary Prize en 1998 por su contribución a la moda británica, ha visto de todo en sus más de 20 años de historia.
El particular caballero de la armadura oxidada del mundo de la moda, John Galliano, salió de este templo con 24 años y una matrícula de honor bajo el brazo que bien le valió su proyecto fin de curso en el 84, ‘Les Incroyables’, dando comienzo a una generación en la que un inquieto Lee Alexander, que nada más graduarse en 1994 comenzaría a trabajar para la sastrería de Anderson & Sheppard, alcanzaría el podio junto a Galliano tres años más tarde para compartir el premio al mejor diseñador británico del año.
Pero la Saint Martins no solamente ha formado a hijos de taxistas y gibraltareños de clase media que acabarían otorgando personalidad a la industria, sino que el ingenio, la ambición y los contactos de personalidades conocidas también han tenido cabida entre las aulas de la escuela. Es el caso de Stella McCartney que abandonó las clases en el 95 con una colección que presentaron Naomi Campbell, Yasmin Le Bon y Kate Moss al ritmo del mismísimo Paul McCartney. Una propuesta que acabaría extinguiéndose en cuestión de días en las tiendas de Londres, lo que posicionaría a Stella como una de las diseñadoras más influyentes y demandas por las grandes marcas, a pesar de no haber recibido clases de primer grado.
Es uno de los casos que ha llegado a cuestionar el prestigioso centro, en el cual los requisitos de admisión se basan, principalmente, en contar con las libras suficientes para costear un portfolio decente.
Aún así, nadie puede negarle al Saint Martins que entre sus funciones principales no solamente está la de enseñar a santos, sino que, además, se encarga de seguir escribiendo la historia a través de personajes que amplían el significado de arte y contribuyen con él al deguste de los presentes.
Y es que ante el poder y el dinero, lo único que nos queda es rendirnos ante la innovación.