El lenguaje de Ailanto.

La moda es una auténtica delicia que, como ocurre con todo lo bueno, corre el riesgo de extinguirse.

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La moda está sobrevalorada. Hay que ser sinceros. Una cosa es entender que forma parte de las diferentes vertientes del arte, donde la obra maestra, además de formar parte del tesoro del coleccionista, se la lleva puesta sin ningún reparo, ya sea para los recados rutinarios o para una alfombra roja, y otra muy distinta es aceptar por ‘animal de compañía’ todo lo que intenta imponer.

La moda es una auténtica delicia que, como ocurre con todo lo bueno, corre el riesgo de extinguirse. Pero que haya que dar gracias a Chanel o Balenciaga todos los días por dejarnos este placer para nuestro tacto-vista-olfato no significa que haya que reconocer como todopoderoso aquello que lo rodea. Es así como miles de vocablos inventados y aún por inventar forman parte de la ‘jerga’ de la industria que, en pleno siglo XXI, se ha convertido en un idioma propio que no todos pueden superar. Pero lo cierto es que cuando hablamos de moda en muchas ocasiones no es necesario ni la cuarta parte de este particular diccionario para poder poner nombre a lo que estamos viendo.

Algo así me ocurre cuando me planto delante del trabajo de Iñaki y Aitor. En primer lugar te encuentras con una combinación perfecta de diseños, donde no hace falta ver geometrías exageradas, cascos de astronautas o cualquier otro detalle que nos demuestre que su filosofía se encamina hacia el futuro. Un futuro que Ailanto plantea siguiendo las curvas de la mujer; la misma a la que le gusta sentirse bella y cree en lo especial de lo clásico, evolucionando de manera paralela a sus movimientos. A continuación te acercas para apreciar cada uno de los pespuntes, las cinturillas, los remates y, sin darte cuenta, acabas sucumbiendo al encanto de los materiales que hacen posible justo lo que estás viendo. Porque se nota que es lo que se pretendía y, por lo tanto, estás siendo testigo de todo un éxito.

Es justo en ese mismo instante en el que entiendes que la moda no solo sufre de sobrevaloración en ciertos aspectos, sino que vive un constante desequilibrio entre la historia que la ha escrito y la celebrity en quien pretende convertirse. Una conclusión a la que llegas tras soltar un único suspiro y reconocer lo que tienes delante con una de las palabras más hermosas y auténticas del mundo: bonito.

Porque lo que hace Ailanto es bonito, independientemente de los anglicismos o conceptos que queramos inventar para convertir a la moda española en la nueva estrella de Hollywood, desmaquillando los estereotipos internacionales y dotando de cariño y mimo la feminidad española. Un lenguaje con el que, sin duda alguna, los hermanos triunfan desde sus comienzos.

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