El complejo del low-cost.
Las campañas, un elemento más destacado como arma de plagio por parte de las empresas low cost pero, ¿hasta qué punto puede afectar a las marcas de lujo?
El otro día leía una noticia en la que se decía que, en el afán que tienen las cadenas low-cost de moda por copiar a los ‘jugadores’ de la liga superior, las prendas no son más que simples piezas. Las campañas son los nuevos elementos que forman parte de esta obsesión por transmitir lujo y exclusividad al público de la calle.
La comparación que sacaban a la palestra era la de la campaña de Celine otoño-invierno 2011 y la de colección primavera-verano 2014 de Zara. ¿El objeto de la discordia? Las plantas, algo que, por otra parte, siempre ha sido un atrezo al que han acudido bastantes marcas para crear sus campañas primavera-verano. Sí, por el simple hecho de que las palmeras y las plantas de hojas verdes y grandes recuerdan a las altas temperaturas y al sol de las vacaciones, lo cual no es precisamente signo de exclusividad. Llamadme loca…
Otra cosa diferente, aunque no nueva, son las similitudes existentes en las colecciones propiamente dichas. Mezcla de colores, detalles de tejidos o estampados son las armas para evitar estampar un logo o un corte patentado y, aún así, hacer que el consumidor sea capaz de asociar lo que tiene delante con la prenda correspondiente a las casas de lujo. ¿Se trata de algo ilegal? ¿afecta de forma negativa a la imagen de la marca? ¿se decepciona al consumidor? Mi respuesta a las tres preguntas es clara: no.
El contratar a modelos que han participado en ciertas campañas para recrearlas por gigantes del low-cost no es algo que esté contemplado como ilegal. Por otra parte está lo que apuntaba anteriormente sobre las ‘inspiraciones’, que no plagios, a las que en el mundo de las artes estamos tan acostumbrados. No afecta de forma negativa a las cadenas ‘de calle’ porque la moda es la que es. Hablar de falta de ingenio y originalidad por parte de empresas de ‘moda rápida’ sería hipócrita, cuanto menos es un caso que no para de repetirse en las altas esferas del sector. Por último, no puede existir ningún tipo de decepción por parte del consumidor. Las low-cost son empresas pensadas para la persona de calle, aquella que no quiere renunciar a las últimas tendencias, que apuesta por el estilo pero que, obviamente no puede permitirse los precios del diseño. Es decir: un negocio redondo que dispara directamente al centro de su público objetivo.
¿Complejo el del low cost? En absoluto.