El arte de ‘meter las narices’.

No hay nada más humano en el mundo que la equivocación y, por consiguiente, nada más apropiado que el perdón.

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No hay nada más humano en el mundo que la equivocación y, por consiguiente, nada más apropiado que el perdón. El problema aparece cuando comenzamos a desplegar las alas para sobrevolar sobre la egoísta incredulidad. Esa con la que no nacemos pero por la que sentimos tal pasión que, apenas con el conocimiento mínimo adquirido, corremos hacia ella para achucharla y besuquearla con todas nuestras fuerzas.

El día a día se crea a partir de innumerables ejemplos de lo que comentaba anteriormente y en el mundo de la moda no es más que el cemento con el que se da forma a la industria de lo desconocido o, como se denomina comúnmente, de la extravagancia.

Si retrocedemos unos cuantos meses, en septiembre de 2012 Domenico Dolce y Stefano Gabbana fueron acusados por incluir en su colección primavera-verano unos pendientes con la cara de una mulata que representaba a las estatuas de  Blackamoor. ¿El problema? Que el desfile solamente estaba compuesto por modelos blancas y aquello no era, ni más ni menos, que una muestra de racismo para algunos y, claramente, una incoherencia y demostración de falta de hobbies que practicar en el tiempo libre para otros.

Sin ir más lejos, el gibraltareño John Galliano lleva meses formando parte de un patio de vecinos del que, tras 10 años de ‘juntas’, decidió tirarse por la borda. Tras pedir perdón por sus acusaciones antisemitas ni el mismísimo Oscar de la Renta ha sido capaz de convencer de sus sinceras disculpas, algo que continúa quedando fuera de lugar, al menos para los israelitas.

En abril el culebrón continúa con la IBA (Autoridad Israelí de Radiodifusión) que, por lo que parece, ahora amplía sus competencias al mundo de la ética y la moda. Eso es lo que dan a entender sus últimas declaraciones sobre la negativa que han otorgado a la cantante Moran Mazor, candidata a Eurovisión en representación de Israel, sobre lucir un modelo del diseñador en el concurso anual.

Por supuesto que no es posible negar las atrocidades que se viven en el día a día del fashion show pero no hay nada más constructivo que agachar los 16 años de carrera con el peso de los errores y estar dispuesto a volver a demostrar que el encantamiento de la high couture vuelve a tener un mago a sus pies.

Y si esto es así, señores, creo que no vamos a tener más remedio que rendirnos a la evidencia y abandonar el arte de ‘meter las narices’ donde poco tenemos que hacer y brindarle el honor a los que quieren llenar la industria con aquello que algunos siguen considerando una leyenda: innovación y creatividad.

¿Le dejamos?

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