El armario de Isabella.
Isabella Blow Fundation apuesta por la moda intuitiva, novedosa y original.
En el centro de Londres hay un lugar donde 55 fuentes hacen de los días de verano una auténtica delicia sensorial. Un espacio resultado de la ambición de un caballero que, tras denominarse a sí mismo Lord, decidió que tal título requería, como no, de un palacio al que atribuir su apellido. Así fue como Somerset House pasó por las manos de los Tudor, Elizabeth I, Cromwell, Catalina de Braganza o Jorge III hasta llegar a convertirse en el mejor confidente de los secretos que escode la propia historia.
Una cafetería al aire libre, una tienda de regalos y un patio forman parte de este centro cultural del siglo XVIII al que se le dio forma en 1997 para acoger joyas de arte y rememorar la importancia que tiene dentro del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Sin duda alguna un pequeño reino más que digno para acoger la alcoba y el ropero de una reina… el de Isabella Blow.
La que fuese la estilista por excelencia entre las principales cabeceras de moda y una de las artífices de grandes genios de la industria, como Alexander McQueen, verá ‘colgadas’ sus intimidades en el palacio londinense esta misma tarde y hasta el próximo 2 de marzo para hacernos partícipe del lujo de entender a la perfección los gustos y las visiones de un icono que hacía moda. Una decisión, más que acertada para los que la admirábamos, que tomó su íntima amiga fashionista Daphne Guiness – sí, la heredera de la cerveza – para evitar que la herencia de esta coleccionista se viese sometida a las inclemencias de las subastas.
Este objetivo tuvo como fin la creación de una fundación, la Isabella Blow Fundation, que fomenta el desarrollo y apuesta por la moda intuitiva, novedosa y original, entendiendo que ésta necesita una protección ante la vorágine de tendencias repetitivas y conservándolo como un preciado tesoro al que preservar durante toda la vida como ejemplo de innovación y evolución.
Más de 100 prendas que se unen para dar de nuevo forma al trabajo y a la personalidad de alguien que quizá no contaba con todo el respeto que podía darle la vida pero que tenía la mente suficientemente clara como para dar cabida a todo lo desconocido. Una exposición que abandona por completo el apellido de la simplicidad para zambullirse de lleno en lo particular de alguien que sabía en lo que creía y, de paso se lo ponía.
Una mente de las que pocas quedan, donde las barreras del miedo cedían ante la personalidad y los atrevimientos tenían vía libre y total libertad para captar su atención… características típicas de una reina de verdad, como era Isabella.