La ladrona de libros.

Cuando se trata de una historia enmarcada en la Segunda Guerra Mundial no debería sorprendernos que sea la propia Muerte la narradora.

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Cuando se narra una historia en el marco de una guerra mundial, como lo fue la segunda, no debería sorprendernos si es la propia Muerte la que la narra. La muerte, en primera persona, lleva el peso como narradora de un puñado de vidas que si la propia muerte no hubiera dado el paso de sacarlas a la luz, habrían pasado por el mundo sin pena ni gloria, olvidadas entre la maraña de despropósitos que una guerra va generando a su paso. Sin embargo esta vez la muerte se convierte en aliada para regalarnos una maravillosa historia en la que las palabras leídas y escritas cobran un delicioso protagonismo, quedando plasmada en La ladrona de libros, de Markus Zusak.

A pesar de la sensación agridulce de vivir un momento histórico catastrófico y de ser entregada en adopción, Liesel, la protagonista de la novela, tiene a la suerte de su lado, pues una muy buena relación con su padre adoptivo hace que aprenda a leer y escribir, algo que marcará su vida a partir de ese momento e, incluso – quién sabe – puede que llegue a librarle de la muerte, la cual, recordamos que narra en primera persona y seguro que se pasa toda la novela pensando si también se lleva a Liesel consigo o la deja en el lugar que le corresponde. Esto sólo podremos saberlo si leemos La ladrona de libros.

El hecho de que sea la propia Muerte quien narra la novela en primera persona, que se desarrolle en plena Segunda Guerra Mundial, que la Alemania Nazi tenga el protagonismo que le fue otorgado en aquel tiempo y que contemos con la presencia de un judío escondido, afectando a la vida de la mayoría de los personajes, nos llevará irremediablemente a pensar en una auténtica tragedia. Sin embargo, según vamos avanzando por la historia llegamos a tener la extraña sensación de que la Muerte no nos cae del todo mal. El autor le encomendó este papel de narradora y ella lo hace de forma competente, cumpliendo perfectamente con su labor y evitando ser la protagonista principal del argumento.

Por lo demás, otra vez a sufrir, una vez más a revivir aquel desastre para la humanidad,  aunque la mayoría nunca lo hayamos vivido realmente, pues nuestra experiencia sobre ello está basada en lo que nos han contado o lo que hemos leído. Llega de nuevo a nuestros cerebros las horribles imágenes de uno de los mayores crímenes contra la humanidad de toda la historia, las situaciones forzadas de aquellos que no querían, pero que tuvieron que ser lo que repudiaban ser, por imposición o, simplemente, porque habían nacido rubios y con ojos claros. Y en medio de todo esto, episodios de la vida cotidiana. Pequeños retazos de la existencia de cada personaje, que dejan resquicios para la esperanza al comprobar que entre tanta miseria es posible encontrar momentos de pequeñas felicidades.

La ladrona de libros, de Markus Zusak, es una de esas novelas que no genera ningún sentimiento en contra. Podrá gustar más o menos, principalmente por el hecho de que genera unas expectativas quizás demasiado elevadas, pero lo que sí es innegable es que durante su lectura sentiremos cómo los momentos dulces se apoderan de nosotros y viviremos una experiencia pionera al poder contar con la Muerte como alguien mucho más consecuente de lo que en nuestras cabezas siempre la hemos representado. Y ahora, en unos días, aparecerá la versión cinematográfica de La ladrona de Libros. Aprovechad el tiempo que tengáis para leerlo antes de ir a ver la película a la que auguramos un éxito escrito desde su concepción.

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Libro: La ladrona de libros
Autor: Markus Zusak
Nº de páginas: 544 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Editoral: Lumen
Lengua: castellano
ISBN: 9788426416216

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