Mujeres que corren con los lobos.
Toda mujer alienta una vida secreta en su interior; una fuerza poderosa llena de sabiduría. Es la Mujer Salvaje...
¿Cuántas veces has tenido unas ganas locas de correr y saltar por una playa desierta en pleno mes febrero? De brincar con las olas y, pese al frío, dejar que la espuma enredada en tus tobillos marque el ritmo de una apasionada danza entre el mar y tú. De permitirle a tu risa brotar a borbotones por tu garganta acompañando los acordes del viento endiablado que salvaje, agita tu ropa, tus cabellos, tu alma. Y lo has hecho. Simplemente por placer, porque te lo pedía el cuerpo. Sin pararte a pensar. Sin mirar si alguien más pudiera estar contemplando –y juzgando– tu locura. Lo has hecho y punto. Y no solo eso. Es que además, durante ese instante tan infinito como sublime, te has sentido la mujer más feliz del mundo, la más libre, la más disparatada, la más real.
Pero… ¿sabes lo que eso significa?
No se trata de una locura pasajera. Ni siquiera se trata de una locura. Es el espíritu de la “mujer salvaje” que anida en nuestro interior. El aullido de la loba. La llamada de la mujer fuerte, valiente, indómita, intuitiva, apasionada. De la mujer capaz de dar vida. Y cuidarla. De la mujer protectora, creativa, sabia. Son los “sabores de lo salvaje”, esos recuerdos tan antiguos como el mundo que afloran en nosotras cuando la naturaleza femenina instintiva toma las riendas pese a la -durante siglos- constante persecución, expoliación, rechazo y condena final a “adaptarse a ritmos artificiales para complacer a los demás”. La mujer que siempre ha existido.
Más de veinte años ha tardado la Doctora Clarissa Pinkola Estés –psicóloga junguiana, además de poeta y guardiana de los antiguos relatos– en escribir este maravilloso ensayo acerca de la verdadera naturaleza del alma femenina -¡nada menos!- cuyo título, Mujeres que corren con los lobos, procede de sus estudios de biología sobre la fauna salvaje. “Los estudios sobre los lobos revelan una historia parecida a la de las mujeres, tanto en lo concerniente a su coraje como a sus fatigas”, explica Clarissa Pinkola en la introducción de la obra. “Los lobos y las mujeres –continua la escritora– son sociables e inquisitivos por naturaleza […], extremadamente intuitivos […] y fieramente leales. Y, sin embargo han sido perseguidos, hostigados y acusado falsamente […] de valer menos que sus detractores”.
Valiéndose de cuentos y mitos como Barba Azul, Las Zapatillas Rojas, Vasalisa, Manawee o la Mujer Esqueleto, Pinkola define el arquetipo de la “Mujer Salvaje”, ofreciendo además una muestra de experiencias vitales que apoyan y ayudan a la mujer a recuperar su fuerza, su instinto y su verdadera esencia. Aunque no vayan a pensar los hombres que han sido excluidos de tan fascinante universo. Todo lo contrario. El “hombre salvaje” es el compañero perfecto. Tiene su espacio, su himno –Manawee-, su instinto. Nada le gusta más a la mujer salvaje que un compañero con el que compartir.
Podría seguir indefinidamente pues la obra es extensa (más de mil páginas) pero prefiero dejaros a vosotros descubrir el delicioso lenguaje de la autora, su interpretación de los mitos y la reflexión sobre la poderosa fuerza de la creatividad y el instinto que encierra el alma femenina.
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