Amazona.
Era su señorita de Avignon. Lo mismo podría llamarla cubo de Rubik por lo complejo que se le antojaba resolverla pero le gustaba Picasso... y le gustaba su amazona.
Con su melena al viento, aunque no en pelotas como Lady Godiva sino perfectamente vestida con su ropa de montar como correspondía a una amazona aristocrática como ella, entró en la finca a lomos de caballo; el mozo de cuadra la esperaba desde hacía rato porque la tarde había comenzado a torcerse y amenazar lluvia, sabía que la Lady (su señorita de Avignon, solía llamarla él) no podría alargar el paseo hasta la caída del sol como le gustaba hacer.
Ella le sonrió con gracia como acostumbraba a hacer y musitó un –gracias amor– al desmontar y cederle las riendas de su caballo, él respondió musitando un –de nada-, no es la Lady amazona no mereciese más, es que no esperaba más; él era sólo una sombra que vagaba por el mundo, un mundo desde cuya cúspide ella apenas podía intuirlo. Claro que él tampoco alcanzaba a verla a ella, sólo a imaginarla componiendo con retazos de conversaciones ajenas y escuetos cruces de palabras propios una imagen que se acercaba mucho a la realidad.
Ha vuelto pronto la Lady, le dijo el veterinario que vigilaba a una yegüa que estaba a punto de parir, sí, respondió él, ni mi señorita de Avignon se arriesga a que una tormenta la pille a lomos de este caballo; el veterinario lo miró inquisitivamente, seguía sin entender por qué la llamaba así… –la Lady no es ningún pendón– le dijo –no, no lo es– respondió el mozo; –y es bien guapa añadió– algo con lo que el mozo se mostró deacuerdo –¿por que la llamas señorita de Avignon entonces?– El mozo sonrió y se encongió de hombros como si ni él mismo lo supiera, como si fuera una broma privada y absurda que no merecía explicación pero lo que en realidad pensaba era ¿cómo no llamarla así? No conocía mujer con más caras ni más aristas, con más claroscuros ni contrastes, cabalgaba contradicciones mejor de lo que montaba a su caballo, que ya era decir…
Feminista de 8m y alma morada, respetaba escrupulosamente que Amina se viera obligada a cubrir su cabeza con un velo, decía no-sé-qué de respetar las creencias ajenas como si las creencias del padre de Amina valiesen más que Amina misma y desde luego mucho más que las creencias de la propia Amina; vegana y vegatariana de corazón verde, era también animalista hasta el tuétano pero jamás olvidaba la fusta cuando salía a cabalgar como la soberbia amazona que era; la primera ecogista de su familia y primera de la fila en las manifestaciones de Greenpeace, amante del bosque y sus caminos, de sus silencios, de sus sonidos… eso a pensar de hacer fortuna desbrozando hectáreas y hectáreas de monte para sembrarlas de molinillos que zumbaban en la colina como si no hubiera un mañana y placas solares que, al primer anuncio de calima, se apagaban… Y así podría seguir definiendo a la Lady, a su señorita de Avignon, con sus contradictorias ideas y con el solvente modo que tenía de sostenerlas todas en pie sin que a sus ojos nada pareciera resquebrajarse, lo mismo podría llamarla cubo de Rubik por lo complejo que se le antojaba a él resolverla pero le gustaba Picasso… y le gustaba su Lady.
Salía del establo cuando oyó a la Lady hablar con el vetenerinario –otro que tal– pensó… –mucho decir de ella que era tan guapa como altenera y ahí estaba, riéndole las gracias y engolando la voz al hablarle de una forma absurda de impostada-; además aquella tarde descubrió que era un maldito traidor… –su señorita de Avignon te llama– le dijo a la Lady mientras el mozo se olcultaba en las sombras sin atreverse ni a respirar… Desde donde estaba no podía verla y el silencio que siguió a aquel comentario se hizo eterno, ella lo rompió en tono severo y cortante -no sabía que supiese de arte el muchacho… en todo caso mejor señorita de Avignon que maja de Goya ¿verdad?– La conocía lo suficiente para saber que no se quedaría a escuchar respuesta alguna y oyó sus pasos camino del portón de la cuadra… Portón en el que la esperaba Amina.
La Lady frenó en seco al verla sin saber qué le sorprendía más, si verla sin velo o con el pelo tan corto ¿qué había sido de su melena?; sin que le diese tiempo a hacer la pregunta, Amina la respondió: –has visto lo que pasa en Irán ¿verdad?- la Lady hizo un gesto afirmativo con la cabeza sin alcanzar a responder nada mientras Amina le mostraba un video que empezaba con la Binoche cortándose el pelo por la libertad de las mujeres.
No hacía falta mayor explicación, Amina se había revuelto contra su padre como las mujeres iraníes lo hacía contra su gobierno y, por supuesto, la Lady estaría a la altura, cogió las tijeras que Amina llevaba en la mano… El veterinario salió de la cuadra con la boca abierta de cuarta y media imaginando que la Lady se quedaría sin melena, el mozo sonreía, sabía que no ocurriría tal cosa… de hecho su señorita de Avignon sólo se recortó el flequillo. Después le devolvió las tijeras a Amina y caminó hacia la casa sintiéndose como la más revolucionaria del lugar.
Amina tenía el rostro encendido y comenzó a soltar improperios acerca de la Lady amazona, el mozo se encogió de hombros –no es mala- dijo –sólo vive en otro mundo-.