Asimetrías.

Érase una vez un mundo de simetrías perdidas y de asimetrías ¿excesivas?.

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El sol de invierno era una tentación irresistible, sabía que era más falso que Judas, que iluminaba con un vigor que prometía una calidez imposible en aquella época del año pero, a pesar de eso, al verlo colarse por los cristales, no podía resistir la tentación de dejarse acariciar por él, además era domingo y no tenía ni la más mínima intención de negarse nada que pudiera concederse y ¿quién sabe? el invierno estaba a las puertas y amenazaba con nieve pero, según el calendario todavía era otoño, se abrigó tanto como pudo y cerró la puerta tras de sí.

Compró el periódico, el de papel, antes de dirigirse a su terraza del parque, al llegar pidió un café y se dispuso a perderse entre la maraña de noticias recopiladas como lo más importante de la semana; pasó largo rato y tres cafés leyendo editoriales y releyendo noticias hasta que el frío atenazaba sus manos más de lo que podía soportar, fue entonces cuando recogió su periódico y caminó de vuelta a casa pensando en Borgeshace diez años bastaba cualquier simetría con apariencia de orden -el materialismo dialéctico, el antisemitismo, el nazismo- para embelesar a los hombres‘, lo había escrito en los años cuarenta…

Siempre había asociado lo simétrico a lo armónico y la armonía era para ella paz para el alma, la armonía en la música, en los colores de un cuadro impresionista, en la perfección y el movimiento de las esculturas renacentistas, también la armonía de la libertad propia cuando respeta la ajena y la del orden cuando encuentras cada cosa en su lugar y nada se pierde entre recuerdos rotos.

Y no es que le disgustaran las asimetrías ni un toque de cierto desorden, le atraían los contrastes de colores y el claroscuro del blanco y negro pero no soportaba el punto en el que la asimetría se vestía de ente hipócrita que, como si de un cuadro de carboncillo de tratara, desdibujaba las líneas de los contornos al gusto y enfoque que mejor sentaba a quién sabe qué intereses; siempre había detestado los espejos que engordaban o alargaban la figura que se reflejaba en ellos, odiaba las distorsiones porque en ellas la simetría, convertida en innegable asimetría, sólo servía para manipular realidades… y mentes; era el momento en el que hoy se criticaba un hecho y al día siguiente se justificaba ¿a santo de qué lo que ayer era pegado capital era hoy venial? la definición parecía depender más del pecado que del pecador en sí… cabalgar contradicciones, lo llamaban algunos, o asimetrías, pensó ella; tal vez era eso, tal vez el embeleso de los hombres en los años cuarenta hacia cualquier simetría con apariencia de orden se debiera al abuso de las asimetrías con apariencia de libertad e igualdad, sólo apariencia porque ¿qué queda tras una libertad que no respeta la libertad de los otros y una igualdad que no respeta las diferencias sino que simplemente las niega como si con negar la evidencia fuera suficiente para que dejara de ser real? cualquier idea de justicia no era entonces más que una quimera…

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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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