Espirituoso.

Érase una vez la historia de una vida... o de un trago espirituoso.

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No necesitó leer el nombre del remitente, le bastaba ver aquellas grafías pequeñas y ligeramente inclinadas que comenzaban las líneas redondas y perfectas y las terminaban desdibujándose casi sin querer; rompió el sobre y rescató las letras que éste le llevaba. De pie, sin tan siquiera pensar en sentarse, leyó la carta en diagonal, buscando en ella las noticias que anhelaba… o las que temía.

Después de aquella primera lectura rápida, se acomodó en el sofá y se dispuso a leer de nuevo las mismas letras, ahora línea a línea, con calma, sin saltarse ni una coma.

Cuando terminó colocó el papel sobre su pecho, inclinó la cabeza hacia atrás recostándose en el sofá y cerró los ojos para reflexionar sobre las noticias que acababan de llegar a sus manos, para tratar de entenderlas y aceptarlas, para añadir a su vida lo que ahí se contaba sin menoscabo de su felicidad.

Siempre había sido un tipo audaz y aventurero, uno de esos que jamás acepta un no por respuesta ni da una sonrisa por perdida, cabe que por eso momentos como aquel fuesen tan confusos para él, no tanto por el contenido de la carta como por las dudas que despertaba en él.

¿Había llegado el momento de rendirse? ¿o cabía todavía repetirse aquello de que quien resiste gana y continuar en la lucha? no lo sabía y nada lo irritaba más que la duda.

La duda era para él una mala compañera, un lastre que retrasaba sus pasos; sabía que a veces le había favorecido obligándole a darse un minuto más para pensar en el siguiente paso y provocando que esa reflexión hiciera su decisión más certera pero aquella no era una de esas ocasiones.

Aquel día no había razones, no había datos que organizar ni estudiar, no había nada más que su propio yo convertido en una duda que debía traducirse en una decisión; no era una decisión urgente para nadie, tampoco para él, para él era sólo apremiante porque no soportaba vivir con la duda en su interior.

Una retirada a tiempo es una victoria… Continuaba repasando el refranero popular, descubriendo una vez más que si el refranero siempre acierta no es porque contenga verdad alguna, es más bien porque contiene frases y refranes para todo; aquella tarde ni la sabiduría popular podía ayudarle, sólo su intuición, que parecía entonces cegada, le servía de guía en situaciones como aquella.

Se levantó del sofá y se acercó al mueble bar, cogió una botella de ron y con ella en sus manos caminó hacia la cocina. Ron, lima, soda, azúcar, hierbabuena… se tomó su tiempo para prepararse un mojito con extra de ron.

El primer trago de su copa le atravesó la garganta por la fuerza del ron y lo helado del hielo, por la dulzura del azúcar y lo cítrico de la lima;el segundo tragó entró mejor y al tercero la copa incluso le resultaba suave.

Volvió a su sillón y a su carta abandonándose a su copa y sonriendo para sí mismo… -la vida es como un trago espirituoso, frío como el hielo, incitante como el ron, dulce como el azúcar, ácido como el limón e intenso siempre-.

Sonrió con cierto abandono, fruto tal vez del cuarto o quinto trago espirituoso de su copa, y la decisión se dibujó ante sus ojos casi con crueldad, y es que a veces la duda era una simple quimera y la decisión una ilusión, a veces no cabía más opción que persistir aun sintiendo el error en la piel porque, de no hacerlo, era el horror el que tomaba su futuro por destino.

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