Gafas.

Érase una vez la historia de una niña que tejía el mundo de color de rosa mientras lo miraba a través de unas gafas del mismo color.

  • facebook
  • Tweet
  • pinit
  • WhatsApp

Ariadna se acercó a la ventana y observó el día, intuyó el calor que caía sobre el suelo al otro lado de los cristales y sonrió porque sabía cuales eran los colores que iban con aquella luz; cogió su mochila y la llenó con sus cuadernos y sus lápices de colores, tres ovillos de lana de verano-cada uno de un color- y sus agujas de tejedora; abrió después el pequeño mueble que estaba a los pies de su cama y eligió las gafas que iba a ponerse para salir a la calle, eran unas de color de rosa.

La pequeña Ariadna caminó hacia el parque cargada con su mochila de sueños y trabajos, al llegar buscó un rincón a la sombra de un árbol y se sentó en el suelo; el tronco del árbol de ofrecía respaldo y la copa la sombra que buscaba, sonrió feliz al dejarse caer sobre la hierba y abrió su mochila…

El tiempo comenzó a pasar y para cuando miró su reloj estaba rodeada por sus cuadernos, sus pinturas estaban sembradas a su alrededor y el retal que estaba tejiendo mostraba ya los colores de los tres ovillos que había echado a la mochila; el sol ya no deslumbraba porque lucía más bajo pero Ariadna seguía sin quitarse sus gafas. Y sonreía.

Hacía ya un rato largo que había pasado junto a ella una mujer mayor, vestida en tonos grises, que se apoyaba en un bastón para caminar; Ariadna no había reparado en ella porque ¿quién prestaría atención al color gris cuando mira al mundo con gafas de color de rosa?. La mujer pasó nuevamente ante Ariadna pero en esta ocasión no se limitó a observarla con curiosidad como había hecho al verla por primera vez. Se paró frente a la niña y la observó largo rato, tanto que la propia Ariadna se percató de ello y la saludó sonriente con la mano; la anciana, viéndose descubierta, se acercó a la niña.

Le preguntó por sus dibujos y también por su retal y la niña no dudó en explicarle el objeto de tanto trabajo: verás, respondió pizpireta, los dibujos son para hacer el mundo más bonito y el retal es para hacer una nueva colcha para mi habitación, una de retales de colores que voy a tejer yo misma. La mujer la observó nuevamente porque, en cuanto respondió a su curiosidad, la niña había vuelto a centrar su atención en sus tareas. Le emocionaba la ilusión de Ariadna con sus colores y le preguntó también por ellos…

La pequeña la miró extrañada ¡claro que me gustan los colores!, dijo, el mundo es muy triste cuando no tiene colores. La mujer pensó entonces en los oscuros días de invierno y en la alegría que sentía siempre al ver el sol… Se despidió de la niña y se disponía a alejarse dejándola inmersa en el árduo trabajo que había emprendido para hacer el mundo, su mundo, más bello y entonces se percató de que, aunque el sol caía ya sin molestar en absoluto, Ariadna seguía llevando sus gafas, unas lentes que probablemente estuviesen ya oscureciendo su visión más que protegerla de nada y así se lo dijo a la niña.

No puede quitármelas, respondió resulta la pequeña, ¡son mis gafas para ver el mundo de color de rosa! … mi mundo va a ser de color de rosa, confirmó sin mostrar el más mínimo atisbo de titubeo en su voz, pero mientras consigo que sea así, me pongo las gafas … ¡para que le quede claro a mi cabeza lo que tiene que hacer! exclamó sonriendo con gran decisión.

La mujer encaminó sus pasos cansados de vuelta a su hogar, apoyándose en su bastón y pensando en el gris de sus ropas, de sus sueños, de su vida… Y sonrió. Sonrió porque la pequeña Ariadna le había dado la respuesta a la monotonía de su vida. Esa misma tarde iba a comprarse unas gafas verde turquesa y aquella misma noche sacó su cesto de tejedora del cuarto trastero en el que yacía olvidado de las manos de su dueña… lo que no sabía era si empezar por una chaqueta o imitar a Ariadna y tejer su propia colcha de colores y retales… Tampoco importaba mucho, lo importante era la alegría que sentía con tan solo imaginar su mundo de color verde turquesa… porque, aunque la vida no le había llegado pintada en ese color ¿qué le impedía pintarla ella misma?

Oops

La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

Caín.+

Caín.

Esta es la historia de Caín, un tuerto que quería ser rey de los otros y que, mientras señalaba la oscuridad del mundo, caía en el abismo de la pereza. + ver

Un lujo.+

Un lujo.

Que no suene el despertador, que entre una brisa fresca por la ventana y mueva ligeramente la cortina, que el olor a café recién hecho inunde la casa, que suene la música, que brille el sol, amanecer... + ver

Esclavas.+

Esclavas.

Las mujeres, como seres de fantasía de la historia interminable, iban desapareciendo al paso de la nada, eran borradas del mapa y de la historia, era como si nunca hubiesen existido, estaban muertas... pero seguían en pie. Y eran esclavas. + ver

Newsletter

No te pierdas nada, que saber no ocupa lugar.