Una mirada no dice nada, y al mismo tiempo lo dice todo.
La vida es un suculento plato que invita a disfrutarlo maridando sus distintos sabores, así como a degustarlo textura a textura.
Hay una canción que me encanta, se titula «Una palabra» de Carlos Varela. Es una canción que puede aparentemente no decir nada, y sin embargo lo dice todo. En ocasiones la diferencia entre la nada y el todo está en una sola palabra, en una sola mirada, en una sola acción. Pero ha de ser la palabra, la mirada o la acción adecuada, no vale cualquiera, es importante que sea esa, y entonces se producirá la gran diferencia.
También nos ocurre como consumidores de palabras, miradas, etc., muchas veces no las escuchamos, ni las vemos, pasamos por delante de la vida, como por un escaparate de una tienda que no nos interesa. Tenemos personas a nuestro alrededor, personas que incluso son importantes para nosotros, y sin embargo no les prestamos atención.
Una persona que comparte de algún modo lo más importante que tiene en su vida, que es el tiempo, es alguien que merece de alguna forma tu atención plena, cuando estás con ella, ya que aunque no nos paremos a tomar conciencia, ella es un universo de misterios, de alegrías, de dolores y sonrisas por mostrar.
En ocasiones nos maravillamos con el jardín que tenemos delante, y sin embargo nos perdemos la espectacularidad de una sola de las flores que lo componen, de lo que la diferencia del resto, de lo que la hace fantásticamente única, lo que la convierte en quién es. Otras veces nos perdemos en una sola flor, y nos perdemos la armoniosa belleza del jardín.
¿Te imaginas cómo sería tu perspectiva de la vida, si jugaras a alternar entre una visión más global y una más en detalle?