Libros: Lectores aéreos.

Casas encantadas, drogadictos surrealistas, mantícoras asesinas, videntes con muy mala leche.

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He de reconocer que últimamente me cuesta bastante encontrar un libro que recomendaros. Esto es porque he entrado en una especie de agujero negro en el que comienzo a experimentar cierta sensación de caminar por lo sencillo y eso no me gusta. Sencillo es hablar de libros inmortales, de esos que vivirán eternamente entre nosotros y nuestros descendientes, porque sus autores fueron tocados por una providencia que les otorgó la virtud de la genialidad. Esto es lo sencillo, sí y, por otro lado, también reconozco que es necesario seguir manteniendo vivas sus frases, sus párrafos y esa capacidad de hacer sentir cualquier cosa utilizando las mismas palabras que todos conocemos, pero combinándolas de una manera que sólo ellos son capaces. Si lees con atención a cualquiera de ellos y analizas lo que escribieron, las palabras para definirlo van saliendo solas. Esto es sencillo, porque ellos sabían y saben cómo provocarlo.

Pero no debemos caer en lo confortable, en lo que sabemos que va a ser un pequeño triunfo desde antes de empezar; debemos ir más allá en busca de lo nuevo, apostar por un sinfín de autores que luchan cada día por hacerse un hueco en el mundo de las letras. Muchos de ellos, saben que si ponen todo su empeño y capacidad lograrán llegar donde quieren estar. Por eso tengo decidido que, aun a riesgo de equivocarme, cuando encuentre alguno que merezca la pena os lo voy a contar aquí. Siguiendo este propósito, hoy os traigo a Gabriella Campbell y su libro de relatos: Lectores aéreos. Su libro y su blog – Gabriella literaria – que os va a enganchar si os gusta esto de la lectura y la escritura.

Ya he comentado en alguna ocasión que, lejos de lo que pueda parecer, escribir un relato no es una tarea sencilla ni mucho menos. Se trata de comprimir una gran y larga historia en unas pocas páginas de manera que quien la lea se quede con el buen sabor de haber vivido toda una aventura de forma completa. En Lectores aéreos de Gabriella Campbell hay 15 aventuras por vivir, que seguro evocarán episodios de la vida de cada uno trasladados a entornos mágicos, sobrenaturales, sólo posibles en la imaginación de alguien cuya creatividad, estilo, formas y lenguaje es capaz de traspasar la frontera de lo cotidiano, de lo habitual, de lo sencillo. Tras leer Lectores aéreos, ya no os hará falta soñar con mundos imaginarios, idílicos o terroríficos. Gabriella Campbell lo hace por nosotros y nos los regala convertidos en pequeñas historias magistrales en las que cada protagonista podríamos ser cada uno de sus lectores. Espero que sean muchos.

Todos los que creamos algo artístico – o lo intentamos – siempre echamos mano de las musas, esos seres etéreos de los que muchos hablan, pero nadie conoce ciertamente. ¿Alguna vez os habéis planteado ver el mundo desde el punto de vista de una Musa? Gabriella Campbell nos lo descubre. Cuando tengamos el libro ante nuestros ojos podremos plantearnos asuntos tales como la forma en que mueren las mantícoras y dónde deben ir a morir, algo que sin duda hará que os planteéis ciertas cosas de forma diferente. Y no hablamos ya del riesgo de permitirse uno la licencia de algún que otro delirio sólo imaginable cuando crees en algo de verdad. Son sólo tres ejemplos de lo que vamos a encontrar, pero hay más, muchos más…

En definitiva, un libro de relatos de los que no son sencillos de encontrar y que muchas veces requieren de un batallón de lectores aéreos que hagan que todo el esfuerzo de escribir – que es mucho – haya merecido la pena. Hoy yo soy uno de esos lectores aéreos y espero que muchos de vosotros también lo seáis después de leer estas líneas. Si no termináis de comprender esto último, comprad Lectores aéreos, de Gabriella Campbell, leedlo y lo comprenderéis.

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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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