Una isla en un mar de plataneras.
A veces, escaparte no es tan sencillo, no sirve cualquier lugar y la distancia sí que importa.
A veces, escaparte no es tan sencillo, no sirve cualquier lugar y la distancia sí que importa. Para poner tierra de por medio con los problemas y la vida diaria hay pocos rincones más recomendables que Gran Canaria. Una vez allí, toma la GC-2 hasta llegar al desvío de Arucas. Este municipio es popular por su llamada Catedral de Arucas, un tesoro artístico con esculturas italianas, pinturas flamencas y obras de Cristóbal Hernández de Quintana. Su nombre, evidentemente, procede del topónimo aborigen “Arehucas”. El suelo marino y peculiar volcán hace de esta ciudad una exótica parada hacia nuestro verdadero destino: la Hacienda del Buen Suceso, historia viva de la isla reconvertida en hotel con encanto Rusticae.
El primer propietario conocido de la Hacienda es el Caballero Conquistador D. Hernando de Santa Gadea. Durante su gestión la finca se dedicó al cultivo de la caña de azúcar, que entraba a toda Europa a través del Puerto de Ámterdam. Con el mandato de Pedro Cerón quedó incluida en el Mayorazgo de Arucas para posteriormente, ser vendida por sus descendientes al Marqués del Buen Suceso en el año 1781. Muchos años más tarde, en 1859, el mayorazgo se dividió siendo una parte comprada por Alfonso Gourié Álvarez y la otra a Bruno González Castellano. El matrimonio de la hija de este último con D. Ramón Madan, nombrado Marqués de Arucas por Alfonso XIII en 1911, fue decisivo para la dedicación de la finca al cultivo del plátano.
¿Qué quiere decir todo esto? Que estamos ante un hotel poco habitual en un edificio histórico en el que aún hoy se puede seguir el cultivo de este manjar canario. Situado en un mar de plataneras, es el marco incomparable para la piscina climatizada todo el año, el baño turco, la sala de masajes o el gimnasio. De hecho, a pocos metros del hotel se puede visitar incluso el jardín botánico de Los Jardines de la Marquesa.
Sus 18 habitaciones han sido decoradas con los detalles de su primera construcción: techos de madera inclinados, altillos, camas con dosel…. De todas ellas destacan las Junior Suites, al estilo dúplex. Formadas con dos ambientes, dormitorio y salón independiente, están rematadas con techos abuhardillados con vigas de tea. Una maravilla con sabor canario. Sabor, que por cierto, se extiende en su restaurante, ubicado en el antiguo alpende de la finca y perfecto por sus espacios al aire libre. Por supuesto, el menú está formado por cocina cuidada tradicional que hace honor a la plantación platanera que lo rodea.
Localización
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