Panjin, la playa roja de China.

Un curioso efecto de las algas que recubren su orilla convierte a esta playa en uno de los rincones más exóticos del planeta.

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Una reserva natural de 26 kilómetros de largo cerca de la desembocadura del río Liaohe esconde uno de esos lugares que, si no fuera porque estás ahí delante viéndolo, jurarías que no existe. Se trata de la playa de Panjin, también conocida como ‘la playa roja’, y todo porque en otoño se transforma el terreno en un manto de ese color.

Es una tonalidad causada por un alga que crece en la superficie del agua y que se aposenta en las orillas y zonas bajas. Durante la primavera y el verano, se mantiene verde, como si fuera hierba, pero la falta de nutrientes la empieza a secar y, poco a poco, va perdiendo ese color para tornarse rosácea, primero, y de un carmesí intenso, después. El resultado, un manto único que se puede visitar gracias a unas pasarelas de madera que se han construido expresamente para el turismo.

Bañarse ya es otra cosa. Con una superficie de casi 600.000 hectáreas, la reserva natural de Hekou Shuangtai es un ecosistema clave para las aves migratorias en la ruta del este de Asia y Australia, por lo que es una zona protegida de cualquier invasión humana. No solo está prohibido el baño, sino cualquier tipo de actividad que no sea la mera visita de observación (y gran parte del área está cerrada, las pasarelas solo están en una pequeña porción de terreno).

Además del efecto de las algas, es posible avistar grullas rojo-coronadas, gaviotas, golondrinas marinas de pico negro y focas. Para los naturalistas, pocos espacios hay comparables a este en el norte de China (concretamente, a unos 400 km de distancia de Pekín, en el golfo del Mar Amarillo). Para llegar, hay que organizar un viaje a la ciudad de Shenyang, a algo más de 100 kilómetros al norte, y desde allí desplazarse por carretera. El camino merecerá la pena. China en estado puro.

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