Un beso y 11 recuerdos de Maureen O’Hara.
Maureen O'Hara fue un beso a John Wayne, pero también algo más...
Maureen O’Hara era de belleza larga, de esas que recuerdas durante mucho tiempo. Y era de mirada y beso, de esos besos que siempre nombras, el de John Wayne, el del hombre tranquilo, porque es el beso que todos soñamos con dar. Y de mirada irlandesa, a los ojos como puñetazos, como un whisky solo (irlandés, of course), con mala leche. Así que nunca se terminó de ir de nuestras habitaciones mentales, aunque hubiera dejado de hacer cine, aunque se haya ido ahora de verdad, porque basta hablar de besos para recordarla.
Aunque la combinación haya ocurrido no pocas veces, es curioso que a una mujer tan guapa la descubriera para el cine un hombre tan feo como Charles Laughton, prendado de sus ojos verdes entre tanta melena pelirroja, y la hizo debutar junto a él en Posada Jamaica, que tenía como director a un tipo apellidado Hitchcock, y también el que se la llevó a Hollywood, a hacer de Zíngara mientras él hacía de feo y jorobado, y a que conquistara la ciudad de los sueños a base de carácter irlandés. El suyo y el de los Juanes, Wayne y Ford, que la hicieron compañera perfecta del primero hasta tal punto de que el público pensaba que eran marido y mujer en la vida real. Sólo eran amigos, pero de los buenos. El Duque decía de ella que era un gran tipo.
Maureen O’Hara no hubiera necesitado más que aquel beso tormentoso e irlandés de John Wayne en Innisfree para que la recordáramos, pero no será por lo único que lo hagamos. Siempre seremos con ella un poco Charles Laughton cuando la descubrió, siempre seremos con ella un poco Elliott y ET, subiéndonos a la mesa de la clase para besar a nuestra chica como John Wayne besaba a Maureen O’Hara..
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Posada Jamaica (Alfred Hitchcock, 1939)
Laughton convence a Hitchcock y Maureen O`Hara se estrena en el cine en la última película británica del orondo genio. Su papel, claro, de jovencita irlandesa….
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Esmeralda la Zíngara (William Dieterle, 1939)
Repite con su descubridor, pero ya en Hollywood, en esta adaptación de El Jorobado de Notre Dame. Laughton, como siempre, lo borda con el Monstruo, y O’Hara va cogiendo fuerza como estrella haciendo de zíngara.
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Qué verde era mi valle (John Ford, 1941)
Primera película con Ford, aún sin Wayne, que adaptaba un melodramático y social Best Seller de la época. Algo tendría que tener, cuando arrebató el Oscar a la mejor película ni más ni menos que a Ciudadano Kane.
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El Cisne Negro (Henry King, 1942)
Una de piratas junto con Tyrone Power. Duelos a espada, persecuciones en el mar, abordajes… La pelirroja irlandesa se define como perfecta para el cine de aventuras.
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Esta tierra es mía (Jean Renoir, 1943)
Obra maestra del director francés que realizaba su segunda película en Estados Unidos. Y reencuentro con Laughton, que lo borda de nuevo. Esta vez, la chica está a la altura como hermana de un saboteador francés.
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Río Grande (John Ford, 1950)
Una del Oeste de Ford y Wayne. Que más se puede decir. Pues que Maureen O’Hara, en la primera de las películas que la unen a los dos Juanes, también lo borda como esposa de coronel de la caballería yanqui.
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La isla de los corsarios (George Sherman, 1952)
La pelirroja ya no es sólo la compañera del pirata, si no la pirata que le pone las cosas entre difíciles y ardorosas al propio Errol Flynn. Ahí es nada.
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El hombre tranquilo (John Ford, 1952)
Que hay que verla todas las veces que hagan falta, y cada vez gustará más. Homérica, que diría aquel.
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Escrito bajo el sol (John Ford, 1957)
Maureen O’Hara vuelve a ejercer de esposa de John Wayne bajo la batuta de Ford. Y nosotros nos lo volvemos a creer a pies juntillas.