Sueño.
El sueño del que nacen los 'quiero' y también los 'puedo'.
Decía Rubén Darío desde su realismo mágico que si te empeñas en soñar, te empeñas en aventar la llama de tu vida; y decía otro sabio, Chateaubriand, que el sueño devora la existencia… Y ella no estaba por la labor de contradecir a tan soberbias plumas sino más bien al contrario, en realidad lo que le hubiera gustado es sentarlos a ambos a la misma mesa y obligarlos a dar con la clave mágica que hiciera irrompible el siempre frágil equilibrios entre la realidad y el sueño.
Y no eran estos dos los únicos soñadores a los que le hubiera gustado mirar a los ojos, se le ocurrían otros como Aristóteles y su convencimiento acerca de que es más valiente el que conquista sus deseos que el que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo o también Gandhi, la paz hecha hombre, y su empeño en convertir sus sueños en realidad.
Sonrió disfrutando de su primer café del domingo, sintiéndose reconfortada por su calidez y por la tranquilidad que sentía al recordar a tantos soñadores, a gentes que sabían de la importancia de soñar y de echar a andar tras los sueños hasta hacerlos desaparecer por cumplimiento, trasladándolos de su imaginación a su realidad, a su vida; claro que eran soñadores sabios, de los que no necesitaban que Sartre les advirtiera del peligro de su imaginación diciendo que soñar en teoría, es vivir un poco, pero vivir soñando es no existir.
Ellos sabía muy bien que, como decía Antonio Machado, tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar y vivían despiertos al calor de sus sueños buscando siempre la forma y la manera de hacerlos ciertos… ¿lo consiguieron? se preguntó y no supo responderse porque esa cuestión era para ellos, para su yo más íntimo y personal, sólo ese yo podía juzgar hasta que punto se habían cumplido sus sueños.
Ella aquel domingo, mientras se preparaba el segundo café, prefería quedarse un poco con Shakespeare porque como él, estaba convencida de que somos del mismo material del que se tejen los sueños, lo que viene a ser lo mismo que decir que somos lo que soñamos.
Somos lo que nos mueve y nos seduce, lo que ansiamos en nuestro fuero interno, lo que hace latir nuestro corazón a un ritmo diferente… somos todo eso y lo somos tanto si hacemos algo por convertirlo en realidad como si no.
Y entonces… si somos lo que soñamos y no hacemos nada por cumplir nuestros sueños ¿qué somos? un sueño imposible en el mejor de los casos y en el peor… un fraude, porque acabaremos por ser lo vivido y lo vivido ocultará lo que quisimos ser; seremos lo que fuimos y seremos nada… como la nada que recorría fantasía borrándola para siempre del mundo en aquella historia interminable que se descomponía para resurgir de sus cenizas gracias a un sueño…
Nunca había pensado que soñar e intentar cumplir los sueños fuese tan importante, nunca se lo habían contado así, muy al contrario, los sueños eran bagatelas, la realidad era otra cosa, le decían… y ahora que sabía que la realidad, si no emana de los sueños, no es más que un mundo gris por el que transitar como si del camino del calvario se tratarse, no tenía ya nada en que pensar más que en soñar y ponerse a la tarea de cumplir sus sueños.