Retoques.

rase una vez la historia de unos retoques aquí y allá y de la realidad aumentada y disminuida, de la mentira a la que daban lugar.

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Después de ducharse y pelearse con su pelo como hacía siempre que trataba de imponer su estilo a una melena fosca que parecía tener voluntad propia, se plantó delante de su tocador armada con su neceser de maquillaje e hizo recuento de asuntos a corregir: esas pequeñas manchas que ni toda la protección solar del mundo podía evitar, rasgos de piel seca en la frente y excesivamente grasa en la nariz, mejillas pálidas y labios resecos.

Hidratante, base de maquillaje, polvos, un punto de iluminador y dos de colorete, ojos sutilmente perfilados y sombreados, mucho rimmel y un toque rojo ciruela en los labios… dos gotas de perfume (o tres, al fin al cabo no era Chanel n5, la cita no merecía tanto) y lista para vestirse.

Jeans ajustados, tacones infinitos y top de croché. Bolso de mano y a la calle.

Sonreía camino del restaurante, que estaba lo suficientemente cerca de su apartamento como para soportar el paseo sobre aquellos zapatos tan bellos como malditos; sonreía porque se sabía intensamente retocada, sabía todo lo que había ocultado bajo su maquillaje y también lo que disimulaban sus vaqueros, lo suyo aquella noche, como lo de todas, como lo de todos, era cosa de photoshop en vivo, en directo y al natural.

Se dio cuenta de que era temprano y aflojó el paso dedicándose a disfrutar el pequeño paseo al atardecer de otro modo; se detuvo junto al kiosko y saludó a Jose, su kiosquero de siempre quien, tras un intercambio de cumplidos referidos a su atuendo y sus labios rojos, la dejó navegar entre las revistas, sabía que se llevaría alguna, o al menos la dejaría reservada para recogerla al día siguiente, con el periódico del domingo, siempre lo hacía.

No podía evitar sorprenderse ante el mundo de retoques de algunas portadas, olvidaba la noticia, olvidaba el personaje… no lograba centrar en nada de eso su atención, era sólo una oda al retoque… a una realidad inventada, a una mentira.

De la prensa rosa, casi amarillista, pasó a las revistas de interiorismo y decoración (su perdición…) y vio casas imposibles y pisos impensables, luego estaban las gastronómicas, algunas con platos tan perfectos que no parecían comestibles, de nuevo los retoques… Para cuando llegó a las revistas de actualidad y a los periódicos se sentía profundamente incómoda con el mundo en que vivía e incluso consigo misma.

Del retoque en las imágenes, que iba desde dibujar belleza hasta pixelar realidades, había pasado al retoque en las palabras y descubrió en algunos titulares más maquillaje incluso que en su rostro, en otros más dureza que en la realidad desnuda.

¿Dónde quedaba la verdad entre tanto retoque?.

Se hacía tarde…

Caminó los pocos pasos que la separaban del restaurante y deslizó una mirada al pequeño espejito que llevaba en el bolso, se mordió los labios haciendo desaparecer parte del rojo ciruela que los cubría como sin con ello borrara el exceso de retoques en su rostro… y en el mundo.

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