Cuento: Regalos para sentir.

Porque los regalos son mágicos cuando se sienten.

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Sonrió aliviada tras colgar el teléfono y dejar así de oír la voz alterada y altiva de su hermana; estaba fuera de sí porque, una vez más, se daba de bruces contra el hecho de que nada se le podía dar peor que comprar un regalo. Para ella el asunto tenía fácil explicación, resulta imposible acertar con un regalo cuando no se ha mirado antes a los ojos de la persona que ha de recibirlo… Claro que hacerlo, mirar a los ojos del destinatario del regalo, no era suficiente para asegurar el acierto en la elección del obsequio.

Había un truco, uno de esos infalibles de la vida que sólo algunas personas conocen; un secreto a voces que resultaba incomprensible para muchos y que, para quienes lograban desentrañarlos, se convertía en todo un arte, el arte de regalar. Pero… ¿cuál era el truco? para ella era evidente, el truco era sencillo, regalar algo que se pudiera sentir…

Por eso un perfume era un buen regalo, floral si era para alguien de sonrisa abierta, dulzón para las chicas de rosa y sofisticado para las del tacón de aguja; y si el olfato era un seguro no menos certero resultaba la música, el más bello de los asuntos de oír, ¿pop? ¿clásica? ¿rock? ¿indie? no era necesario ser íntimo de nadie para dar con el sonido adecuado; los regalos del gusto eran sus favoritos, podía ser un bocado gourmet para degustar en casa, una bebida sorprendente u otra para preparar juntos un cóctel; y por supuesto también podía ser un ‘cena conmigo esta noche‘ y una estrella michelín aquí o allá.

Los regalos para ver también eran muy de compartir y de organizar una cita a la que nadie puede resistirse porque a una cita al desnudo cabe que le den un no por respuesta pero ¿a un cine o a un teatro? ¿a la nueva exposición temporal o de esta o esta otra galería? nadie lo haría… nadie lo hará cuando se elige con buen ojo.

Claro que los regalos que más le gustaba elegir eran los de tocar porque sentir la vida a través de sus manos siempre le había parecido sugerente y bello, el acto seductor por excelencia; tocar tejidos o maquillajes, el tacón de un zapato o el asa de un bolso; tocar la cubierta de un libro que escondía además el aroma del papel nuevo, la piel de una fruta que guarda mil sabores en su interior, y una caja de chocolates que tras el metal esconde el más dulce de los matices; la pantalla de un smartphone que aparece tan frío como lo en esencia la propia tecnología y que de repente se vuelve cálido al primer mensaje y al segunda imagen…

Y así su mente iba volando de unos a otros regalos de sentir imaginando cuales serían los despertarían más emoción en sus destinatarios… la cuestión era… ¿cuál era el sentido que escondía más bellas sensaciones para cada uno de ellos? ¿por cuál de los 5 sentidos se les conquistaría? en su caso lo tenía claro, ella se rendía en realidad al sexto… el de la intuición.

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