La sensualidad de las cosas.
Las velas se quemaban suave y sutilmente aromatizando el aire, mientras se relajaba bajo un manto de agua tibia, sales y espuma...
Siempre había pensado que las cosas son sólo en la medida en que son sentidas y, acomodada en el sillón, en el salón del apartamento que había decorado con tanto mimo y cariño convirtiéndolo en su lugar en el mundo, se sonreía sabiéndose en lo cierto. No podía haber puesto más de si misma entre aquellas paredes y no podía estar más feliz por dejarlas atrás.
En unos días estarían instalados en su nuevo hogar, el de ambos, desde el que sin duda darían la vuelta al mundo una y mil veces, porque el dulce hogar de los espíritus nómadas tiene siempre algo de ♫ circo, de gentes que vienen y van, pero que siempre regresan, juntos. Él la había invitado a cenar aquella noche, a compartir una velada de dos, de mirarse a los ojos y hablarse, de planes y futuro… pero esta vez iba a ser ella quien huyera del futuro, esa noche se sentía en hoy, en ahora…
Las velas se quemaban suave y sutilmente aromatizando el aire, mientras se relajaba bajo un manto de agua tibia, sales, perlas, jabones y espuma pensando, al ver la línea de botes y frascos sin fin, en cada mimo y cada cuidado que pensaba dedicarse; piel hidratada, uñas coloreadas, pelo suave, en seda y terciopelo, asegurado cada bucle en cada vuelta, cada mechón rebelde… se maquilló con la discreción de siempre y el cuidado de nunca, ensombreció sus ojos de luz y color, los labios siempre frambuesa… y el aroma, provocador, elegido con sumo cuidado e intención… con tanta intención como cada prenda que echarse al cuerpo.
No era ella una mujer sofisticada en exceso, más bien en defecto, pero no tuvo más que reconocerse a sí misma que no es una la misma ni tan sexy con unos u otros encajes sobre la piel… el zapato espectacular como nunca y espectacularmente alto como probablemente nunca jamás, el vestido tan apasionado como sus labios frambuesa, como ella misma aquella noche… y los detalles, la pulsera, los pendientes, la cartera, el chal y una sonrisa… media más bien, pícara y divertida, y así, abrir la puerta.
Él en el umbral, sin saber si entrar o salir, tan absolutamente sorprendido como descarado, observándola, sin comedimiento alguno, de la cabeza a los pies primero y haciendo el camino inverso a continuación… Ella se supo sorprendente aquella noche y obvió a sus ojos las sensación de verlo envuelto en la elegancia de Brioni y en aquel aroma que no lograba descifrar…
– Absolutamente loff.it – dijo él – Absolutamente – le devolvió ella el cumplido mirándole con fingido descaro.
La cena se llenó de risas y juegos y él se sentía feliz porque donde hay juegos late la vida y dónde hay vida ha de haber juego, los niños juegan porque son felices y son a la vez felices porque juegan… y él era un niño feliz aquella noche jugando con ella a despertar pasión y fingirla callada aún cuando ambos se sabían inexorablemente unidos por un mundo de deseos y querencias…
Un par de copas camino a casa, un beso robado al doblar una esquina, un abrazo, un par de palabras y un paseo tranquilo e inquieto… ya en casa, un beso con-sentido, con todo el sentir del alma… y el juego… Ella se separó un paso de él…
– Esto no es un beso hot & spicy, querido –
– Todavía – apostilló él…
Ella lo miró con fingido desdén sabiéndose finalmente vencida por la mano… por las manos que ceñían su cintura, porque los apasionados siempre ganan… – claro que no hay derrota más dulce que la que te lleva a sus brazos -.
Life Looks Good