La intención del otoño.
Y sabiendo que sin ella nada sería igual, quiso hacer aquel domingo algo distinto...
Amanecía un nuevo domingo y ella en él, con el ánimo apacible y satisfecho, la ilusión intacta y la emoción buena, a pesar del profundo silencio de la casa y de la inmensidad del otro lado de la cama… vacío.
Se levantó con inusual pausa, la que sólo puede uno permitirse en día de fiesta, y sonrió a su reflejo en el espejo devolviéndole éste de ese modo otra sonrisa, otro presagio de buenos días; y es que no habría ya en su vida más que buenos días… se había prohibido dedicar un segundo de su tiempo a los días dolorosos, mediocres o insufribles para prohibirse así cualquier humor que no fuese el bueno.
‘Queda prohibido no sonreir a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.’*
La vida era siempre bella… incluso en los ocres y tostados del otoño porque acababan siempre por derivar en oro, en intensidad, en emoción, en calidez… en vida; el otoño no era sólo el tiempo de la cabaña en los Alpes o el perfume floral que evoca recuerdo de sol; el otoño anticipaba familia y hogar, era brillo, luz, abrazo, sorpresa y compromiso, era un resplandor entre las nubes, un brindis al sol regando unas ostras… y un momento de pasión incontenible. Era agua, melena y piel para mimarse y seducirse… y era dulce, como la miel.
‘Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual.’*
Y sabiendo que sin ella nada sería igual, quiso hacer de aquel domingo algo distinto, quiso guardar por siempre la quietud y la apatía, para lucir en risa y buenos días, con la única intención de sumar ‘bueno’ a tanto bueno como abunda, para que tal tsunami de buenas intenciones y mejores acciones acallara por fin tantos noes, espera, a ver, depende, es difícil, no se puede, dónde vas, no te metas, no vales, ni lo intentes…
Y es que si algo tenía claro, es que a cambiar el mundo se empieza cambiando la cara con que lo miras para que cambien también las caras que te miran… porque a fin de cuentas la vida no es más, ni menos, que la intención con que la vives.
Y no cabía otra intención que ser feliz, más al recibir el mensaje que leyó al menos tres veces mientras disfrutaba su café y su croissant… él vendría a cenar.
*Extractos del poema ‘Queda prohibido’ atribuído a Neruda.