Conjuro.
Érase una vez la historia de una niña que quería preparar un conjuro para conseguir toooodo lo que se propusiera...
La pequeña se coló en su habitación y rebuscó en el baúl que estaba a los pies de su cama; cogió su gorro de bruja y su varita de hada mágica, también el cubo de la playa y unos cuantos ingredientes de su cocinita; se plantó en el salón con todos sus tesoros y comenzó a trabajar.
Primero se puso el gorro y corrió a verse al espejo, su abuela la vigilaba al tiempo que hacía punto acomodada en su butaca; –¿qué haces, pequeña?– preguntó la mujer mirándola por encima de sus gafas –un conjuro– respondió resuelta la niña –un conjuro para conseguir tooooodo lo que quiero– la mujer dejó sus gafas sobre el regazo y observó en silencio a la pequeña.
En cunclillas frente a su cubo la niña comenzó a preparar su pócima: –una raíz de árbol– dijo al tiempo que echaba una zanahoria de plástico al cubo –una ramita de perejil, un tomate rojo, un pimiento verde…– observó el resto de cosas qu había traído de la habitación y tomó el bote de sal y pimienta -¡y polvos mágicos!- añadió en tono solemne.
Entonces oyó la voz de su abuela desde el sofá –no va a funcionar– dijo, la niña giró sobre sí misma para mirarla y responder –¡claro que sí! ¡es magia! y la magia siempre funciona!– su abuela la miró directamente a los ojos para decirle –la magia, querida, como todo en el mundo, sólo funciona si se hace bien y tu conjuro no está bien, te faltan ingredientes-.
La mujer se levantó trabajosamente dejando su labor en el sofá, tomó su garrota y dirigió a la cocina, tardó unos minutos en regresar con unos botes de especias en la mano; –verás– le dijo a la niña mientras se sentaba en el sofá, cerca del caldero en el que se cocía la pócima –¿me permites terminar tu conjuro?– la pequeña no lo dudó ni un instante –¡claro!– exclamó mirando todos los botes que tenía su abuela en el regazo.
–Unas migas de conatus– dijo con voz profunda al tiempo que dejaba caer un poco de orégano en el cubo –polvos de attentio– dijo añadiendo pimienta negra –mucha labor– continuó echando sal marina –studium y tempttio– dijo echando a un tiempo albahaca y cúrcuma para terminar la pócima añadiéndole, con voz solemne, lapsus y frutus, que eran representados en aquella pócima por la cayena y el curry.
La pequeña observaba entre atónita y divertida como su abuela jugaba con las especias del mismo modo que lo había hecho ella con los ingredientes de su cocinita… De repente se levantó de un brinco y corrió a su habitación, antes de que su abuela hubiese tenido tiempo a preguntar ya estaba de regreso con una libreta y un bolígrafo de 10 colores –abuela– dijo –tenemos que escribir los ingredientes para que no se olviden y así puedo hacer el conjuro de conseguir tooooodo lo que quiera cuando yo quiera-. A la anciana le pareció una estupenda y trasladaron su juego a la mesa para que la pequeña pudiera escribir más cómoda.
La niña escribió cada ingrediente de un color y, cuando terminó, preguntó a su abuela –¿de verdad crees que así funcionará o sólo estamos jugando?– la abuela volvió a mirar directamente a los ojos a la pequeña y le dijo –funcionará, sí, pero sólo si la preparas cada día…-.
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Labor – trabajo y esfuerzo
Attentio – atención
Conatus – empeño
Studium – estudio
Temptatio – ensayo
Lapsus – errores
Fructus – aciertos