Compromiso.
Y entonces recordó que el compromiso siempre implica lucha.
Miró el reloj y descubrió, con cierta desesperación, que eran poco más de las 3 de la mañana, se levantó porque sabía que no conciliaría de nuevo el sueño mientras hubiese palabras rebotando en su cabeza… Se preparó un chocolate caliente y se acurrucó en el sofá, encendió sólo una luz indirecta y así, en el intenso silencio de la madrugada, intentó relajar sus pensamientos con el calor de su taza de chocolate.
Claro que no era posible, nunca lo había sido; siempre que las palabras, habitualmente sus grandes aliadas, se empeñaban en hacerse presentes entre sus ideas de modo repetido y constante, como en una serie, nada salvo la lógica de la razón ponía de nuevo paz en su alma. Aquella noche la palabra de la discordia era ‘compromiso’.
Siempre había sentido el compromiso en positivo porque comprometerse con algo o con alguien se hacía siempre desde la libertad y la convicción ¿dónde estaba entonces el problema? ¿por qué el desvelo? recordó entonces que, en realidad, el compromiso siempre implica lucha y es, además una lucha por partida doble, la íntima y personal que libra uno con sus dudas y sus perspectivas y la social, que se afronta siempre cuando se adquiere un compromiso. Surgía entonces la palabra conflicto junto al compromiso y era incómodo porque el conflicto era siempre feo, al menos, en primera instancia.
Su taza de chocolate estaba ya vacía pero le había sabido a poco, fue a la cocina y se puso media taza más antes de volver a su rincón del sofá con ella y sus conflictos entre sus manos; comprometerse con la vida sin verla en blanco y negro llevaba al mayor de los conflictos, el que emana de la duda porque la vida se muestra entonces llena de matices y a lo que hoy nos parece incuestionable le encontramos mañana una arista que nos hace dudar, surge el conflicto y se desencadena la lucha.
Claro que eso era lo natural, lo inevitable… era bueno incluso, la maldad sólo nacía en el momento en el que el conflicto se afrontaba mal o no se afrontaba, en el momento en el que uno no era capaz de asumir cambios de escenario, de tener en cuenta matices nuevos y de modificar sus posicones iniciales… El verdadero problema surgía entonces, nunca antes, nacía de la incapacidad para ser tan crítico y honesto con uno mismo como con los demás.
Comprometerse con la vida era un paso al frente que nacía de sus convicciones y el conflicto que surgía de ese compromiso al enfretarse con la realidad sólo podía gestionarse de un modo, desde una única actitud, la lucha honesta y crítica, implacable y siempre constructiva.
He ahí la razón, pensó, y una vez la vio con claridad, las palabras que la habían desvelado se diluyeron como los azucarillos en el café… abandonó la taza vacía en la mesa del salón y se metió de nuevo en la cama, todavía no había salido el sol, sentía que todavía tenía una oportunidad para soñar bonito aquella noche…