Cinco.

Érase una vez un cuento ambientado en un lustro, en 5 años y 60 meses, en 260 semanas, 1.825 días... y sus noches.

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A vueltas estaba con los recuerdos y los pensamientos, evocando tiempos ya pasados y encontrando en ellos el sentido del presente; estaba segura de que para eso y sólo para eso existían los aniversarios y los cumpleaños, para obligarnos a parar un minuto, a romper las dinámicas y las rutinas, y a alejarnos un paso de lo que hacemos haciéndonos ganar perspectiva; y no era cosa de poco, ese punto y momento de distancia y perspectiva le hacía ver el camino hecho e imaginar con más claridad el que le quedaba por hacer, le hacía poner en valor tanto vivido y soñar, soñar alto y fuerte… porque si en cinco años, partiendo de una idea, de un pequeño embrión, y con la única suma de talentos y esfuerzos, se había llegado tan lejos… ¡¿qué no podría lograrse en cinco años más con tanto ya aprendido y avanzado?!

Cinco años no eran muchos o tal vez sí, pensaba al tiempo que removía su café ya frío, de lo que no cabía duda es de que en cinco años suceden muchas cosas y se hacen suceder más todavía cuando se tienen las ganas, la ilusión, el deseo, el coraje, el valor, los sueños… cuando se quiere por encima de todas las cosas haciendo hincar rodilla en tierra a todos los noes frente a todos los puedo.

Recordaba con nítida certeza como a los cinco años ya podía leer solo, había superado la aversión a lo que debía ser a sus ojos todo un jeroglífico de números y letras ininteligible y elegía los cuentos ya no sólo por los dibujos sino también por las historias; marcaba las renglones con su pequeño dedo índice para no saltarse ninguno, se atascaba en algunas palabras y exclamaba indignado ¡cómo pueden poner palabras tan difíciles en un cuento para niños! Leer se convertía entonces en una meta superada y en un hito inolvidable, tanto como las primeras palabras y los primeros pasos porque, una vez que las letras no suponían una barrera, todo un mundo de relatos y aventuras se ofrecía a su mente curiosa, desbordada de preguntas y ávida de respuestas.

Cinco años es tiempo suficiente para que un niño cante y baile, corra, juegue, lea, diserte, ría y cuestione todo lo cuestionable o incluso lo que no lo es; es tiempo de vestirse solo y de hacerse dueño de rincones de su tiempo que son ya suyos para siempre porque es tiempo de ser un niño, de olvidar al bebé y la educación infantil poniendo uniforme y deberes a la primaria que viene. Y es que a los cinco años los niños ya dicen aquello de ‘mamá, en la parada del autobús sólo un beso, sólo uno‘ porque a los cinco años los niños comienzan a caminar solos… y los proyectos a volar alto.

Cinco años que lo han sido de cine, música y libros, de aromas y sabores, de arte, de bellos objetos de deseo y de caprichos impensables, de belleza, de sueños, de anhelos y secretos, de magia, de amor y de niños; cinco años que han rodado por tramos de alta montaña, por carreteras sinuosas y por otras de costa y mar, cinco años que hoy vuelan para seguir contando desde la mejor de las perspectivas, la de lo bello y lo útil, tanto bueno que echarse a la vida o, al menos, a los sueños; y cinco años, o casi, de cuentos. Y hay más y habrá más porque del mismo modo que en el pecado va la penitencia, en el aprendizaje va el desarrollo, van las ideas, las ganas y los esfuerzos para hacer mejor y más, lo nunca antes hecho, lo nunca antes soñado.

Pero, entretanto, era aquel un domingo para echar la vista atrás y navegar por el mundo de belleza que es loff.it, para disfrutar del resultado de ese de 0 a 5 ya vivido y sonreír mucho soñando en cómo será el de 5 a 10 que nos espera, que espera que lo hagamos realidad.

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Una realidad que se desvela con luminosa claridad cuando entiendes que sólo hay dos actitudes posibles ante la vida que se resumen a su vez en dos palabras: el ‘imposible’ que te regalan algunos cuando te escuchan contar un sueño o el ‘hazlo’ que suman otros aun bien no has terminado de hilar la idea.

Allá cada cual con las palabras que suma a su vida. Y gracias Ricardo Basurto, por tantos ‘hazlo’, por hacer tanto.

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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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