Biografías.
...nadie mejor que él le recordaría que es siempre en el esfuerzo, más que en el resultado final, donde ha de buscarse la satisfacción más íntima.
Miró la librería desde la comodidad del sofá sabiendo donde la llevaría aquel gesto; se conocía y conocía los matices de sus intenciones, por eso sabía que era cuestión ya de poco tiempo que acabara revolviendo en la balda de las biografías.
Y es que había momentos, temporadas incluso, en los que ni las novelas más deliciosas ni la poesía más pura podían hacerse con su alma; eran los tiempos agrios y revueltos, aquellos en los que su cabeza conjuraba contra sí misma sembrando en su corazón un ¿para qué? y un par de ¿qué importa?.
En aquellos momentos, más que en ningún otro, necesitaba salir de sí misma y matizar la realidad poniéndola de nuevo en su lugar, lejos de la inmensa selva que podía poblarlo todo si aquellos ¿para qué? y aquel ¿qué importa? se imponían.
Para alejarse de sí misma y ver su vida en perspectiva, no había más ni mejor camino que el comparado, nada como la ejemplificación de vidas intensas y complejas que dejaban la suya a la altura de la sencillez más clara.
Se encaminó al fin hacia la balda de su librería en la que latían vidas intensas para elegir una: Gandhi ocupaba un lugar destacado mientras Benedetti compartía estantería y mes con Severo Ochoa, Emilia Pardo Bazán y Tolstoi; la de Teresa de Calcuta era también una vida que había llegado a la balda de las biografías alentada por su curiosidad y, junto a ella, Borges, Nelson Mandela y Ana Frank.
Tan solo había revisado los últimos 4 meses -porque era así, por fecha de nacimiento, como enfilaba bigrafías en su balda correspondiente de la librería– y ya tenía varias opciones que la seducían, alguna tan leíada ya y tan repasada, como el diario de Ana Frank, que llegaba a sentir que, de algún modo, la había conocido; otras, cabe que por la propia popularidad de los personajes en cuestión, le resultaban más lejanas, conocidas en sus grandes obras pero perdidos los detalles de una vida…
No pudo resistirse a tomar las páginas de Gandhi entre sus manos porque sabía que nadie mejor que él le recordaría que es siempre en el esfuerzo, más que en el resultado final, donde ha de buscarse la satisfacción más íntima.