Afganistán.

Érase una vez una tórrida tarde de domingo en los campos de Castilla y una militar de carrera que recordaba sus días en Afganistán...

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Lucifer había caído sobre la tierra y el calor era infernal. El pueblo estaba callado y vacío, tanto quienes vivían en él como quienes habían tenido la peregrina idea de visitarlo aquella tarde de agosto estaban encerrados en las casas a cal y canto, con los ventiladores puestos y las cortinas corridas, bebiendo cerveza fría y esperando a que el anochecer aliviara su infierno.

Ella se atrevió a salir a la calle, a cruzar la plaza vieja y polvorienta, a detenerse a escuchar el crepitar de los campos de Castilla en agosto. No era un paseo insensato, era la opción menos mala. Quedarse en la casa con la televisión puesta y las imágenes y noticias de Afganistán abriendo telediarios era peor.

Se sentó a la sombra de una higuera y sonrió al recordar las supersticiones de su abuelo, como estaba sentada y no pensaba dormirse seguro que incluso él aprobaría aquel descanso a la mala sombra de la higuera para beber agua y respirar el calor tórrido que lo envolvía todo.

No necesitaba recuperar fotos antiguas para recordar las calles que aquellos días ocupaban horas de telediario, las recordaba bien porque ella había estado allí, ella, como parte de las tropas de la OTAN, había mirado a los ojos a las niñas y mujeres afganas y les había dicho que estaban allí para ayudarlas, que todo sería diferente, que los talibanes jamás volverían a hacerse con el país…

¿Qué sería ahora de aquellas niñas y mujeres? En las noticias no decían nada pero a su whatsapp habían llegado ya mensajes terribles que confirmaban lo que, conociendo el país, imaginaba… Primero irían a por las mujeres en lugares como las escuelas femeninas y luego vendría el burka social que las borraría del mapa de la tierra por siempre jamás. ¿De qué habían servido tantos años de Occidente en Afganistán? Este fracaso ¿demostraba la inconveniencia de aquella presencia o el fracaso de sus estrategas?.

Y en todo caso ¿qué importaba? No podía hacer nada. Ya nadie podía. Era impensable un cambio de plan. Ningún político tomaría la decisión de reconquistar Afganistán en lugar de abandonarlo como estaban haciendo por más que las palabras de Biden afirmando que el ejército afgano estaba preparado se estuvieran demostrando más equivocadas, sino falsas, que el vil metal. ¿Cómo iba un político a decir a su país que tenían una posición de fuerza en Afganistán, que la habían entregado y que ahora algunos de sus hijos iban a morir para recuperarla por el bien de las mujeres afganas?. Incluso el feminismo permanecía silente…

Y ella se sintió pequeña y casi rastrera al sentir un alivio profundo cuando leyó un mensaje en el que su mando le aseguraba que la salida de los colaboradores afganos del ejército español estaban a punto de ser evacuados de Kabul junto a sus familias.

A los pocos minutos recibió otro mensaje que rezaba ‘no dejaremos a nadie atrás’ y sintió que un escalofrío le recorría la espalda.

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Las imágenes que ilustran esta columna corresponden a la noticia publicada en LOFF.IT en agosto de 2017 en referencia al libro ‘Afganistán’ del fotógrafo Steve McCurry.

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