Cuéntame un cuento.
La vida no va siempre sobre ruedas... pero un domingo, a las diez y cinco, con dos cafés sobre la mesa...
La vida no va siempre sobre ruedas… pero un domingo, a las diez y cinco, con dos cafés sobre la mesa, él tostadas con aceite y el periódico, ella con mermelada de naranja y el magazine… juntos frente al ventanal abierto, frente al sol de junio y su brisa de vida, ante un día de amigos y risas… sí, sí va rodada. – Todas las mañanas – comentó ella – debieran tener algo de una mañana de domingo. – Él la miró al despiste, como sin querer, o queriendo tan solo sentirla feliz a su lado y en su vida.
Ella se encaminó entonces a componerse, no sin cierta pereza… lucía perfecta en caramelo con manos de marrón glacé y aroma dulce y afrutado, no olvidó coger sus gafas para ser vista, para coquetear y enredar, porque llegada cierta edad en la que ya no se siente una joven ni tampoco mayor todavía, lo que queda es el juego y el adorno. Sonrió al verlo a él, siempre desgarbado, vestido como con desgana, y esa día elegante y cómodo en massimo calzando además unos zapatos superlativos… lo sintió en consonancia con ella, con ese no ser ya joven ni todavía mayor…
Se acercaron pronto a la fonda en la que habían quedado, con tiempo de tomarse un par de cervezas heladas antes de que fueran llegando todos; labios de Belluci y ojos de Betty, barbas de dos días… cortes de hoss, vaqueros de Temps y las sempiternas zapatillas… quedaba pues confirmado… llegaba un día en el que ya sólo quedaba el cuidado y la elegancia, el juego y el adorno.
Disfrutaban de un domingo de mucha pausa y conversación… incluso los niños se sumaban a la charla, dispuestos a escuchar las aventuras que se confesaban sus mayores, descubriendo que sus padres no siempre habían sido adultos, serios y formales… Era un día de no envidiar ni un poco al tipo que pasaba corriendo en bicicleta, ni tan siquiera al que conducía el descapotable aparcado en la esquina del restaurante, de ponerse al día y contarse planes de verano, uno confesaba que se asomaría al balcón del cantábrico, otro al mediterráneo… – ¿y nosotros? – preguntó ella… una sonrisa zalamera fue toda la respuesta que logró arrebatarle, fingió cierto lamento por haberle cedido sin guerrear la elección del lugar de vacaciones… pero sabía que así debía ser, que no podría negarle nunca la oportunidad de sorprenderla, de proponer una locura sin opción a un no ni a media duda… el nunca sería un tipo serio y formal ni tan siquiera en apariencia, la vida a su lado sería siempre una aventura… o no sería.
Entonces, tras un brindis con ron en honor y recuerdo de largas noches ya pasadas y nunca olvidadas, el más pequeño de los pequeños se encaramó a su regazo – mamá dice que cuentas muy buenas historias… ¡cuéntame un cuento! – decía… y él le contó uno como éste… de café, domingo, paseo, vida y loff.it.
Life Looks Good