Milán.
Érase una vez la historia del lugar y el momento más loff.it del mundo. Milán en abril.
El universo de lo bello y lo útil era etéreo y emocional en todos sus días, evocador, aspiracional y siempre inspiracional; se sentía en sus notas de salida, fondo y corazón, en sus notas sápidas y hasta en las musicales, en su textura y en sus colores, en su esencia, en su forma, en su belleza, en su versatilidad… y en su deleite; pero había una semana, una de las 52 que cuenta un año cualquiera, en la que lo bello se materializaba a través de la creatividad y lo útil hacía lo propio a través de la innovación y así, lo bello y lo útil tomaba una y mil formas en lo creativo y lo innovador, era una semana mágica, una en la que las hadas, las brujas y todos los magos convertían Milán en la ciudad más bella del mundo hasta que, al final del último día de aquella semana, todo parecía volver a la realidad previa a aquella semana mágica… Claro que no era la realidad de siempre, era una nueva realidad.
Preparó la maleta casi sin pensar, estaba tan absorta organizando su agenda de los próximos días que cuando cerró la maleta lo hizo sin estar segura de qué había metido en ella, tampoco importaba mucho, lo importante estaría frente a ella, no en ella; aunque el destino era Italia, era Milán… allí no había lugar para la vulgaridad o el descuido… abrió de nuevo la maleta y se aseguró de llevar todo lo necesario: los zapatos de día con el smartwatch de contar los pasos que daría por las calles de Milán y las sandalias de noche a juego con el tocado de atraer atenciones, el maquillaje de cara de guapa y la crema que era en realidad un bálsamo para su piel, su perfume más sensual, sus joyas más sutiles, la camisa blanca, un vestido, un pantalón marino, unos jeans, la capa de esconder las ideas y el bolso de Mary Popins… entonces sí, maleta cerrada.
Volvió al mapa sobre el que había trazados sus rutas fijándose en la miríada de puntos rojos que marcaban sus imperdibles y no pudo evitar sorprenderse de nuevo ante la conjunción de creatividad e innovación contenida en un único punto del universo; se alejó todavía un poco más y vio la insignificancia de ese punto en el mapa del mundo, entonces descubrió una insignificancia aun mayor, la suya y la de todos cuando estaban preparando sus maletas para volar a Milán… y entonces pensó en el viaje de vuelta, en los viajes de vuelta de tantos como hubieran hecho el viaje de ida y vio sobre el mapa como lo la creatividad y la innovación volaban en sus maletas, como lo bello y lo útil descubierto aquellos días ponía rumbo a todos los rincones del mundo… para transformarlo porque la belleza, entrelazada con la utilidad, es siempre regeneradora… es siempre diseño.