En pie de ayuda.

Ante un mundo en pie de guerra.

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Había intentado mantenerse alejada de las noticias, sabía que mirar hacia otro lado no era una actitud de la que sentirse orgullosa, pero había pasado demasiados años colaborando activamente con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) para saber que las cosas avanzaban por una deriva que no mejoraría la situación de nadie, no sentía que pudiese hacer nada al respecto y, en ese punto, prefería no saber.

Pero la realidad era demasiado persistente para mantenerse lejos de ella y las imágenes rebotaban en todos los medios de comunicación, aun sabiendo que ardería en indignación, comenzó a acercarse a los periódicos… Se dio cuenta de que nada había cambiado, que las excusas y explicaciones eran las mismas que leía veinte años atrás y sintió de nuevo la amarga decepción hacia el ser humano que había llevado una cierta dosis de apatía a su vida.

Fue entonces cuando recibió una llamada desde la oficina del PMA, le pedían ayuda, era cosa de poco, sólo un artículo que se sumaría al de otras personas que, como ella, entendían la realidad de otro modo; no podía negarse y puso la realidad del mundo ante sus ojos para contarla.

Su artículo se tituló ‘En pie de ayuda‘ y, cuando lo releyó por tercera vez, escribió el sutítulo al vuelo: ‘Ante un mundo en pie de guerra, pongámonos en pie de ayuda camino de la paz.’

No hablaba de la guerra, no se paraba a analizar quien tiraba las bombas contra quien ni el por qué de aquel desastre, tampoco hablaba de políticos, de la responsabilidad de los estados ni de la convención de Ginebra, no mentaba a Merkel, a Cameron ni a Rajoy, no hablaba de emigrantes ni de refugiados… hablaba de algo más simple y esencial, de la base de la pirámide de Maslow.

Hablaba de las tarjetas electrónicas para alimentos que distribuia el PMA entre los refugiados, de como en diciembre de 2014 se cargaban con 27 dólares cada una, en enero con 19 y desde julio con 13,50 ¿por qué? porque había bajado el importe de las donaciones.

Hablaba de como el mundo se cambia desde las pequeñas acciones, de como la suma de muchos pocos puede ser un todo muy grande que marque la diferencia en la vida de muchos, hablaba de la importancia de reaccionar en tiempo y forma, hablaba de la responsabilidad indiviudal de cada ser humano, de nuestra obligación de hacer lo que podamos, no menos ni necesariamente más, pero sí y siempre lo que podamos, por ayudar a quienes lo necesitan… y lanzaba un guante, una idea, un reto: ayudar al PMA a incrementar el importe de sus tarjetas para alimentos y también el número total de tarjetas, ayudar a quienes están ayudando no sólo a los refugiados sino a quienes todavía no han huído del país.

Proponía dejar en el ámbito de lo político el nivel más alto del conflicto y asumir, cada uno al nivel de sus posibilidades, la responsabilidad de ayudar a los seres humanos más desgraciados de la tierra, quienes viven la guerra o huyen de ella. Y proponía hacerlo no de modo excepcional sino haciendo que las tarjetas de alimentos del PMA se vieran reducidas en la medida que se redujese el hambre en el mundo y no las donaciones que las mantienen vivas.

Terminaba su artículo del mismo modo que lo subtitulaba, diciendo que, si medio mundo estaba en pie de guerra, el otro medio debía estar, al menos, en pie de ayuda, no era cuestión de caridad sino de solidaridad, de humanidad, de responsabilidad y de honestidad porque no podemos evitar que el mar se trague la vida de quienes tratan de cruzarlo pero sí que los refugiados vean bajar el importe cargado en sus tarjetas de alimentos del PMA y se sientan, además de masacrados por los malos de la tierra, abandonados por quienes se llaman los buenos.

Hacía ya unos días que había entregado su artículo cuando, con la televisión encendida más de sonido de fondo que por la atención que le prestaba, oyó… medio mundo está en pie de guerra, necesitamos que el otro medio se ponga en pie de ayuda… Clavó su mirada en la pantalla y lo reconoció al instante, tenía la piel más curtida y adivinaba canas en su pelo pero era su voz y era él desde un campo de refugiados.

Lo sabía inmerso en la vida que antes habían compartido pero desconocía los detalles  porque la estabilidad era algo ajeno a él, no le sorprendió verlo en medio del conflicto pero no supo qué sentir al escuchar sus palabras en boca de él, era como volver a trabajar juntos aun a miles de kilómetros de distancia… El mensaje que recibió poco después hizo de aquella sensación certeza: ayúdanos…no dejes de ser nuestro altavoz, nuestra voz.

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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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