Cuento: Calor.
Cabe que fuera el intenso calor de la noche lo que la hiciera soñar con una casa envuelta en agua...
De madrugada la tierra ardía sintiendo el intenso calor que el sol había vertido sobre ella horas antes; el aire parecía haber abandonado el mundo y la humedad de la naturaleza haberse rendido al más desértico de los ambientes; la ensoñación se imponía entonces al sueño y en ella se entremezclaba el imperioso deseo del evaporado frescor de la noche con el placer insatisfecho por la rudeza del tiempo. Los deseos más sencillos y los más íntimos se tocaban con las necesidades más primarias, aquellas que alimentaban su propia supervivencia que parecía, en la madrugada más caliente del año, sólo una quimera.
RAE: Calor. (Del lat. calor, -ōris). 1. m. Sensación que se experimenta ante una elevación de temperatura. 2. m. Ardimiento, actividad, ligereza. 3. m. Favor, buena acogida. 4. m. Entusiasmo, fervor. 5. m. Lo más fuerte y vivo de una acción. 6. m. Fís. Energía que pasa de un cuerpo a otro y es causa de que se equilibren sus temperaturas.
Se alejó de si misma y del calor circundante, de lo que sentía y de todo lo que la reodeaba y se ocultó en un ensueño como el que marcaba los pasos de los caminantes del desierto, era una alucinación o un sueño, era un engaño, una mentira piadosa que se contaba con el ánimo de engañar a sus sensaciones y conciliar unas horas de sueño y descanso.
Imagió un mundo en el que reinaba el azul, azul cielo, azul mar, azul agua… e hizo de él su refugio; era un mundo que tenía su reflejo en una casa cuyo techo era también de agua, su suelo de gélida piedra y sus muebles escasos, depurados, fríos… el aire no se movía, tan sólo helaba su piel y el fondo de su alma en cada inspiración.
La única calidez que se hallaba en aquel mundo de ensueño era la de su mirada, de lo único que emanaba calor era del rojo de sus labios y lo único tórrido el beso que éstos ansiaban; un beso húmedo y frío, helado por un cóctel cuyo vaso derretía sus manos; era el cóctel que culminaba un menú que había bajado la temperatura de su cuerpo a la del ambiente helado de su ensueño sin acotar un paso su deseo.
Era un deseo de piel húmeda y helada, de un mar de amor, de sal y sudor frío… de agua… agua en el techo y a través de la ventana, agua en la vida, en el mundo y en el cuerpo, en el beso, en el abrazo y en cada momento de aquella larga y tórrida noche de verano…
Se levantó entre el sueño y el ensueño, abrió el grifo y se sirvió un vaso de agua helada tan lleno que al beber de él dejó caer un río de agua sobre su piel, no lo sintió porque sus sensaciones y su percepción de la noche seguían encerradas en su mundo helado de agua y ensueño…