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cerrarDéjame que te cuente…
Porque todo cuenta y todos cuentan.
‘Déjame que te cuente‘, esa era, sin duda, una frase que había dado para mucho y daría si cabe para más, muy oída y muy usada, servía siempre como principio de una historia, de alguna aventura, o si acaso desventura, que, por el modo en que se contaba, quedaría para siempre grabada en el imaginario de quienes la escucharan.
Eso, al menos, pensaba de esa frase a la que ella misma había dado un uso desmedido a lo largo del tiempo –¿y a santo de qué este recuerdo?- se preguntaba; estaba sola en casa, como solía ocurrir los domingos y, en realidad, no tenía nada que contar a nadie.
Y no es que se sintiese mal por ello, ni tan siquiera sola aun estándolo, en realidad amaba aquellos ratos íntimos en los que se acomodaba sola consigo porque era el receso que se concedía para recomponerse de los vaivenes de la vida. Era un momento de paz en el que nadie preguntaba ¿qué tal? y nadie se sentía obligado a soltar un bien como quien suelta un exabrupto porque la respuesta simple a tal pregunta no era nunca posible… claro que ella solía despacharse a veces con un ‘bien… ¿o quieres que te cuente?’
Y es que contar era un verbo mágico… porque al contar se cuentan los sueños y se cuenta la vida, se cuentan los días y cuentan contigo; se cuentan los cuentos y cuentan historias, cuentan los amigos, te cuentan… y cuentas. Y a veces salen las cuentas y a veces no porque cuentas a uno más o a uno menos porque, en la vida lo inesperado cuenta y a veces se cuenta en sorpresas gratas, otras en decepciones, de ahí que los ejercicios sumen o resten y el resultado de la cuenta soprenda.
Claro que ella sabía que lo único que merecía la pena contar eran sonrisas, abrazos, te quieros y besos, que los feísmos no cuentan y que hay cosas que no se cuentan ¿sabes contar hasta un millón, mamá? y hasta el infinito, mi vida, si es para contarte cuentos.
¡Cuéntame algo bonito! Déjame que te cuente…
Y ahora vas y lo cuentas, porque el caso, siempre, es contar, contar bien y para bien.
Se preparó otro café porque sabía que pasaría el resto del día contando en las doce acepciones que asignaba la RAE al verbo contar…