Arantza Hotela, naturaleza e historia.
Madera y minimalismo entre bosques y montañas.
El norte de Navarra es un enclave único, donde la naturaleza exuberante de su entorno natural, se funde con la historia y las tradiciones que desde antaño cubren estas tierras. A medio camino entre el lado más occidental de los Pirineos y muy cerca de San Sabastián, Irún, y Biarritz, esta preciosa villa de Arantza se convierte en el lugar perfecto en el que comenzar nuestra nueva experiencia.
En esta encantadora villa de Arantza, enclave con más siete siglos de antigüedad, aparece un nuevo soplo de aire fresco y renovado: Arantza Hotela. El encanto de este pequeño hotel de marcado carácter rural -por su entorno- se viste de modernidad y minimalismo en cuanto atravesamos sus puertas.
La belleza de los montes y los bosques circundantes, y el innegable atractivo de su cálido interiorismo marcan este interesante proyecto de arquitectura realizado por AA Arquitectos Asociados, siendo José Pablo Arriaga el responsable de darle vida al interiorismo y de vestir su interior con muebles y esculturas que le dan un aire único.
Al entrar en este hotel con encanto de Rusticae en Navarra, percibimos con alegría cómo tradición y vanguardia se dan la mano en un ambiente de marcadas líneas minimalistas. La sutileza de sus curvas y la omnipresente presencia de la madera aportan un toque de calidez que hacen de éste un espacio aún más agradable. Ahora entendemos que Arantza Hotela es un hotel con un carácter auténtico que ha sabido mantener la estética rural del entorno, siendo al tiempo respetuoso con el medio ambiente.
Madera y más madera. Este noble material protagoniza el espacio: suelo, mobiliario e incluso, las esculturas que personalizan las paredes. Y es que aquí la línea entre mobiliario y obra arte se sostiene sobre una delgada línea. En este ambiente acogedor con destellos de modernidad sus once habitaciones son el perfecto refugio para los más románticos. Un detalle extra es que cada una de sus habitaciones han sido bautizadas con nombres en euskera que califican a la pareja con un nombre cariñoso.
Sus espacios son amplios, cálidos y abiertos al exterior por grandes ventanales con vistas al valle, y se completan con una obra exclusiva del propio Arriaga: 12 cuadros, realizados en madera, cuyo tema principal es la relación entre los amantes. Además de los muebles de madera de castaño y los armarios con cuyo singular acabado los convierte en funcionales esculturas, podremos disfrutar de un refugio para nuestro bienestar: el baño. Aquí los materiales naturales dejan paso a la piedra acrílica de nueva generación -Hi-Macs-, con la que se han fabricado las encimeras sobre las que descansan unas piezas esculturales de raíz de olmo que funcionan como lavamanos.
Pero la sorpresa llega al final: una sala de catas donde un gran cubo y una gran mesa en madera de roble nos envuelven para poder degustar, saborear o descubrir los vinos de la zona. Pero nuestra experiencia no termina aquí, el completo spa panorámico nos recibe cediendo protagonismo a las vistas al valle y al monte Izu. Una verdadera experiencia al estilo de Rusticae.