El mundo cambiará.
y lo hará contigo o sin ti, será tu cambio o el de otros, será un cambio a favor o en contra... y sí, también depende de ti.
Todavía con el dulce e intenso sabor de su reencuentro en los labios y en el alma, se despertó aquel domingo con cierta pausa y pocas ganas de nada que no fuese sentarse al calor del hogar y aventurarse en una historia ajena de esas que te arrastran a otras vidas y otros mundos; leer con Malikian de fondo…
Pero no renunció a un paseo por los periódicos del día que se asomanban uno tras otro a la pantalla de su tablet mientras saboreaba un café caliente, recién hecho y bien acompañado…
Había muerto un hombre bueno -fin de su tiempo– y el mundo le parecía un poco peor sin él. Pero, a la vista de lo que de él se decía, volvía a sucederle algo que en los últimos años era una especie de emoción recurrente, lo que leía, lo que veía que se contaba al mundo, no era lo que ella consideraba el fondo más real de todo el asunto, no era lo esencial, lo más importante ni tan siquiera lo más cierto.
Y es que para ella lo más importante, la gran lección de Mandela, no fue su lucha, ni tan siquiera fueron sus convicciones, fue su actitud que no era otra que la diametralmente opuesta a la que parecía reinar en las sociedades occidentales en este siglo nuestro.
Fue fiel a sus convicciones, vivió y actuó en base a ellas sin dejarse dominar ni vencer por los opuestos ni por sí mismo, tampoco por sus propias ideas; le robaron 27 años de su vida y mantuvo, aun entonces, que el único modo de hacer las paces con tu enemigo es trabajar con él porque sólo entonces él se vuelve tu compañero.
Y es que la libertad no era ni es un ídolo pagano al que adorar, es una forma de vivir, la única posible, que no consistía en nada más que hacerlo de modo que respete y mejore la libertad de los demás.
El mundo había cambiado su curso y su rumbo bajo la influencia del liderazgo de aquel hombre pero hubo otros antes que él y habría otros después, quizá sin esos otros él no hubiera sido posible o, al menos, no del modo en que lo fue.
Y, al final, la conclusión era siempre la misma: el sol sale y se pone por los mismos lugares cada día y, aun así, el mundo cambia; cambia porque lo cambian las personas, todas, las que lo hacen activamente y por convicción propia y las que dejan hacer, las que bajan los brazos, se dicen pequeños e incapaces de influir en nada ni en nadie y se quedan mirando al mundo girar, rodar y cambiar.
Actuar y provocar, asumiendo responsabilidad sobre lo que ocurrirá después, o mirar y padecer, limitándose a aplaudir o llorar el resultado siguiente… no había más camino que esos dos…
Vio como se iluminaba la pantalla de su iphone abandonado sobre la mesa y sonrió…
Él jamás podría ser de los que miran, como tampoco podía serlo ella, no querían acatar el status quo reinante porque sí, querían vivir como Madiba, fieles a sus convicciones; seguramente no llegarían a liderar países ni mundos, pero tampoco iban a encarcelarlos por ello porque el mundo había cambiado y seguirían cambiando… con ellos.