El chef Andoni Aduriz y su forma de ver la vida es algo para sentarse un rato a leer. La charla que fue Masterclass de Andoni Aduriz de Mugaritz.

Él duda de todo. Cuestiona la vida, los sabores, la cultura. Se replantea y crea. Y amplifica las sensaciones y el aprendizaje. Que sea un "chef" no significa que sus inquietudes se vean limitadas por los alimentos conocidos.

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Después de una vida entre agencias de publicidad creando, una no puede más que sentir cosquilleos nerviosos al saber que por fin va a conocer a Andoni Aduriz, el alma del templo de las experiencias gastronómicas Mugaritz.

La charla comenzó tras la presentación del perfect serve de Hendrick’s Gin, tónica y Quinetum, en un ambiente inusual, lleno de misterios y creatividad. Con esa atmósfera y mis rodillas temblando, comencé la entrevista que terminó en una reveladora masterclass de creatividad, filosofía y cultura, de la mano del Chef Aduriz.

«Puedes preguntar lo que quieras.» me dijo. «Las preguntas nunca son peligrosas, pero las respuestas pueden ser comprometidas. Tú pregunta lo que quieras.»

Y ahí me lancé con un ¿Cómo es tu proceso creativo?
-Nosotros somos memoria. Todas las personas somos memoria. Pero todos también tenemos una arquitectura de pensamiento, una arquitectura de razonamiento, una arquitectura a la hora de estar. Y esto tiene una explicación biológica…

Estaba hablando con Jorge (Montojo) y nos metimos en una conversación súper inspiradora, en la que me provocaba con un “¿son mejores los artesanos que los artistas?» Y… Necesitamos a los artistas. El artista rompe la norma. El artista nos lleva a territorios desconocidos. Nos mete en la incomodidad. Y las sociedades están diseñadas históricamente en contextos donde construyen un sistema de seguridades y normas y si te sales de la norma y entras a ser anormal te empiezan a apartar la propia sociedad.

Pero el que consigue estirar las costuras, es el que consigue, también, hacer movilizar esa sociedad desde esa certeza hacia la duda, hacia espacios diferentes. Eso lo hace el artista, eso lo hace la gente que piensa. Normalmente es gente incomprendida, que hace las vanguardias. Las vanguardias siempre son incómodas.

Las vanguardias siempre son incómodas.

Entonces los espacios de incomodidad, los espacios que te sacan del confort… Ahí siempre hay una oportunidad de aprender… ¿Qué es lo que pasa? Que todos tenemos un modelo de pensamiento y en el mundo de la alimentación, la lengua es una llave, una llave electrónica.

A tí te han diseñado para abrir “x” puertas. En el momento en que tú empiezas a hacer preguntas… Nuestro modelo creativo pasa por hacer preguntas. Nos preguntamos si lo que hacemos tiene sentido, ¿lo podemos dotar de contenido? ¿Lo podemos dotar de elementos… de atributos y circunstancias? Y en ese momento en el que empiezas a hacerte preguntas diferentes, empiezas a tener posibles respuestas diferentes.

Y luego hay técnicas, aunque las técnicas son menos importantes. Yo te diría que lo que importa es la memoria, porque todos somos memoria y experiencia modulada. La tensión que generas sobre esa memoria, las preguntas que eres capaz de lanzar ahí y las respuestas que eres capaz de dar en esa especie de camino entre el comienzo de algo y el final de algo. Ahí pasan cosas. Y depende de la capacidad de verlo, la capacidad de entender que hay pequeños matices, pequeñas cosas…

 … las respuestas que eres capaz de dar en esa especie de camino entre el comienzo de algo y el final de algo. Ahí pasan cosas.

Mira, a mi antes me pasó una cosa increíble… Me he pasado años, ¡años! intentando buscar paralelismos y divergencias entre diferentes disciplinas que de alguna manera tratan de… de… llevar a la gente a un espacio distinto. Una de esas cosas es la alta cocina, ¿no? La alta cocina, si algo tuviera que defender, diría que la alta cocina tiene que ver con el teatro, con la literatura, con la buena literatura, tiene que ver con la música, ¿no?

Básicamente, a parte de que hay un autor que trata de construir un discurso diferente… son espacios que, cuando son diferentes, cuando son de verdad, no sólo te mantienen como espectador sino que te implican y que sacan de ti lo que tienes para dar. Ese momento mágico ocurrió en Mugaritz cuando yo me di cuenta de que amplificábamos, leíamos y sacábamos de la gente lo que cada uno tenía.

Ese momento mágico que ocurrió en Mugaritz cuando yo me di cuenta de que amplificábamos, leíamos y sacábamos de la gente lo que cada uno tenía.

Cuando alguien tiene una experiencia que no sólo la vive, sino que le obliga a tener que interactuar con ella, le obliga a pensar, le obliga a racionalizar, le obliga a… si tú eres una persona escéptica, saca tu escepticismo. Si tú eres una persona creativa, saca tu creatividad. Si tú eres una persona negativa, saca tu negatividad… sobre todo cuando te dan la cuenta.

Si tú eres una persona positivia, amplifica tu positividad. Si estás cansado, te saca el cansancio. Pero fíjate que si vas a ver una ópera te pasa lo mismo. Y con un libro, te pasaría más o menos igual: si estás cansado, te duerme.

En realidad uno ve la vida con los ojos de cómo es…, le dije y Andoni continuó…

-Sí, pero hay lupas, hay amplificadores y la alta cocina es uno de ellos. Hay más. Y el alcohol es otro. Si estás bien, te amplifica el bienestar. Ahora, si estás depresivo… que tienes un problema…

-Sí, tequila y a llorar…

-Pero aparte de los elementos químicos, lo que hay son las experiencias… Básicamente te diría que somos memoria nosotros a esa memoria la castigamos a preguntas e intentamos encontrar respuestas. Y luego hay claves. Mira, nosotros usamos técnicas de publicidad. Cuando llega un momento en que las preguntas no son suficiente, usamos técnicas.

… hay lupas, hay amplificadores y la alta cocina es uno de ellos.

Una técnica es, por ejemplo, la autolimitación, una técnica es… trabajar sobre los tópicos, una técnica es la descontextualización. Todas son técnicas creativas que se usan en publicidad. Todas, también nos sirven como apoyo para hacer un poco lo que hacemos.»

Andoni Aduriz es un curioso inconformista innato que no para de replantearse lo que ve, lo que siente, lo que saborea. Así que también está inmerso en The Candy Project. Una plataforma desde la cual se investiga el desarrollo cultural de los chuches y su impacto en la nuestra forma de acercarnos a la comida. Le pregunto si a través de los dulces podríamos reprogramar nuestro acercamiento al sabor y así ayudar a reducir la obesidad. Y esto fue lo que me comentó:

«Bueno, es más complejo que eso. Es una idea muy simple. Por observación nos hemos dado cuenta de que los chuches son un extracto. Ahora mismo, en el mundo, está pasando con los chuches lo mismo que con la sociedad, con el mundo en que vivimos. O sea, estamos viviendo un momento mágico porque estamos viviendo el chuche tradicional, el que podían haber comido tus padres, tus abuelos, tus tatarabuelos… que muchas veces son frutos secos o un caramelo de una determina forma y sabor…. es como que hay una especie de chuche ancestral que convive con el chuche contemporáneo que, como el mundo contemporáneo, resulta que es globalizado. Entonces todas las tensiones que se están  dando en el ámbito de la alimentación, están en los chuches.

Es decir, hay chuches locales, globales, sostenibles. Hay chuches que tienen ingredientes funcionales. Tienes chuches que están igualando el gusto. Hay chuches que te enganchan a sabores locales y tienen rasgos de las culturas locales que amplifican en el niño lo que después va a encontrar en su cultura. Es decir… era fascinante. La cocina es reflejo de la sociedad en los propios chuches, por países, estamos encontrando esto.

En las sociedades pobres encontramos chuches pobres. En las sociedades sofisticadas, hay chuches sofisticados ¿Dónde crees que pueden estar los chuches más sofisticados? En todos los extremos, ¿eh? desde la delicadeza extrema hasta la perversión extrema. En Japón, que es de un nivel de sofisticación absoluto. ¿Dónde te puedes encontrar chuches XXL? En Estados Unidos, donde todo es XXL. Ositos de goma que pesan 1 k, 2 kg… 3 kg…

Y de repente te das cuenta de que hay un paralelismo entre sociedad y gastronomía. Sociedad y alimentación… los chuches siempre han sido como algo muy marginal, sin embargo es una de las industrias más potentes.

La educación sensorial es optativa. No hay cosas buenas o malas. En realidad, la cultura te dice qué es bueno o malo. La cultura te dice qué es lo que te tiene que gustar y lo que no. Así de simple. Hay un momento en que te das cuenta de que el niño asocia además, un sabor y una textura (todo sensorial) al momento que está viviendo. Si durante la mesa hay un alimento que no quiere comer, hay verduras que no quiere comer y hay un castigo… El niño asocia verduras al castigo.

La educación sensorial es optativa. No hay cosas buenas o malas. En realidad, la cultura te dice qué es bueno o malo.

Si tú, en Argentina… asocias las empanadas al momento familiar y en ese momento, hay cariño, afecto. Sensibilidad y afecto están unidos…»

Me pregunto si, entonces nos comemos recuerdos y emociones ¿Será que no saboreamos lo de hoy, sino que buscamos irnos a ese rincón de la memoria?

«Por eso es que se ama tanto las comidas de tus inicios, la de los padres y abuelos. Hay una base biológica también. Porque, en el proceso evolutivo, durante millones de años, comer ha sido un riesgo. Nosotros tenemos millones de años de evolución y realmente fue así. Pero ahora, en la época contemporánea, comer no es un riesgo. No te mata, no te intoxicas.

Es que somos unos seres con una capacidad de indagar, si lo trabajas un poco, y de buscar cosas nuevas.

¿Qué pasa? Que tenemos millones de años de experiencia donde comer algo era un riesgo. Entonces ¿qué hace el cerebro? La primera función del cerebro es protegernos y el cerebro identifica, hace el trabajo por comparación y lo que nos dice es “Sé que, evolutivamente, la comida es peligrosa. Sé que la primera comida que has comido y no te ha hecho nada la tengo que reforzar para que la sigas comiendo.» Y ¿cuál es la primera comida que tú comes y que no te hace daño? La de tu madre, la de tu abuela.

Por esos dos motivos, el de los afectos y el biológico, el de la seguridad, la gente se aferra tanto a la comida de sus inicios. La parte buena de todo esto es que nuestro cerebro es tremendamente curioso. Es que somos unos seres con una capacidad de indagar, si lo trabajas un poco, y de buscar cosas nuevas. Pero también es un trabajo, como ir al gimnasio, que lo tienes que trabajar. Son capacidades del cerebro que las tienes que desarrollar.

Así que los chuches son una oportunidad de, por lo menos, hacer reflexionar a la gente de que debemos entender… Mira, si tú a un niño, por que se ha portado bien, porque es su cumpleaños, le llevas a un restaurante de hamburguesas, de fast food; el niño va a asociar toda la vida que la hamburguesa es el premio, que la hamburguesa es la fiesta. En eso, los chuches son como una herramienta. Si lo entendemos así, tendríamos que hacer todo lo que tenemos en nuestras manos para construir y dirigir los paladares futuros. Y ya no sólo el paladar, porque vas a construir gente hedonista, feliz, crítica… relativamente incómodas, que avancen;  sino, por su propia salud.

Me haces preguntas sencillas, te doy respuestas complicadas.»

tendríamos que hacer todo lo que tenemos en nuestras manos para construir y dirigir los paladares futuros.

Apabullada por tantos datos lógicos, no dejaba de pensar en cómo sería el Andoni Aduriz antes de la explosión de Mugaritz. Antes de tener dos Estrella Michelin, antes de los libros y los múltiples proyectos en los que está inmerso.

-Pero… tú no naciste así…
-No, nací más joven. Bueno, pero ahora que lo estoy pensando, igual nací más viejo y la creatividad… tal vez…

-¿Aprendiste la creatividad o te sale como algo innato?
Yo creo que se entrena. Hay gimnasios para el cuerpo y gimnasios para el cerebro.

-¿Cuál es tu gimnasio?

-Forzarme. Yo me esfuerzo. Yo trato de estar en la incomodidad. Yo me incomodo. Yo me desacostumbro, trato de desacostumbrarme porque el cerebro es perezoso y entonces el cerebro siempre tira a las lógicas que considera que son adecuadas. Pero sobre todo, por eso, porque gasta mucha energía y él no quiere. El cerebro es perezoso. Y lo que hay que hacer es desacostumbrarlo. A mi me gusta dudar. Me gusta dudar de mi, me gusta dudar de lo que digo, me gusta dudar de lo que creo, de lo que considero y estoy muy abierto a que si encuentro algo mejor, lo compro.

-Cuando eras un peque, ¿qué quería ser Andoni? ¿a qué jugaba?
-Yo era un niño normal. Mi historia es muy curiosa. Yo era un niño muy normal, anodino, inseguro, no especialmente dotado para nada. De hecho, mi madre…. Mis padres son mayores, quiero decir, que me tuvieron siendo mayores. Mi madre se chupó una guerra civil, mi madre pasó mucha hambre y mi madre siempre pensó que ella, por la generación a la que pertenecía, tenía la obligación de «encauzar” a sus hijos.

Yo era un niño muy normal, anodino, inseguro, no especialmente dotado para nada.

Cuando ve que tiene un hijo de 14 años que no es buen estudiante y además no tiene vocación… se dijo “¡Buah! Este tío es carne de cañón.» Y ella había pasado hambre. Claro, cuando uno ya pasó hambre se le queda un tatuaje en el alma, una huella. Mi madre se preguntó “¿qué hago para que éste coma todos los días? Lo meto en una cocina. Si lo meto en una cocina, comerá todos los días.»

Y entonces mi madre me metió justamente en la cocina para que yo comiera porque, creo, que tenía, bastante poca fe en mi.

-Y ¿qué dice ahora cuando te ve?

-Pobrecita, mi madre está orgullosa… que me gano la vida, me ve bien. (La voz le cambia totalmente y ya no da cátedra, es el Andoni en estado puro.)

En esa época ya había chefs reconocidos…. lo que no había era un público tan mayoritario interesado por la gastronomía. A lo largo de todo el sXX ha habido cocineros de renombre y a partir de los años ´50… finales de los ´60 y principios de los ´70 con todo lo que surgió de la nueva cocina… esto hace ¡boom! y cambia todo.

Pero cuando llego al mundo de la cocina, era uno más entre miles, millones. Entonces yo iba a la escuela de cocina… de hecho yo… Mira, era una carrera de FP de 5 años y yo lo hice en 6 porque suspendí un año… ¡no te digo más!
Pero es verdad que no…. que iba, que hacía, pero como siempre he me ha pasado en mi vida… Yo era el que no empatizaba, no me gustaba demasiado.

-¿No terminabas de encajar?
-Sí algo así. No me termina de gustar lo que veía.

De hecho muchas veces me he preguntado por qué hacemos lo que hacemos ahora. Porque me escapo. Y es verdad. Yo no sé a dónde voy… Me dicen «¿Usted hace cocina de vanguardia?» Y no lo sé. En el presente no lo sé. Cocina creativa, sí hago.

La que hacíamos hace unos 5 años era vanguardia porque la veo en perspectiva y veo lo que ha influido en otras cocinas. Y era vanguardia. Lo que hacemos hoy, no lo sé. Lo veremos dentro de 10 años…

—Claro, uno no se levanta haciendo vanguardia…

-Pero sabes qué es lo que pasa. Que no sé adónde voy. Francamente no lo sé. Pero sé adónde no quiero estar.

— … y eso te va marcando el camino.

-Sí. En casi todo.

De hecho siempre hago lo mismo. A veces me dicen “oye, tienes que hablar de sostenibilidad». Y yo no sé lo que es la sostenibilidad. No lo tengo tan claro. Entonces ¿qué es insostenible? Pues la sostenibilidad es todo lo contrario. «¡Habla de excelencia!» Excelencia… en el diccionario… cualidad de excelente… Vale. ¿Qué es excelente?… Vale, no lo sé. ¿Qué es no es excelente según mi criterio? Vale, pues lo contrario es ser excelente, lo que está en dirección contraria.

Voy en dirección contraria, vale. Me escapo.

-Y ¿cómo fue que es chico que no se hallaba, que no se encontraba cómodo… llega a Mugaritz? ¿Cómo fue tu evolución? ¿Qué pasó?

-No lo sé. Yo creo que ha sido progresivo. Yo creo que, al final, una cosa que es importante decir y a mi me gusta decirlo… mira lo que me ha pasado contigo… Yo lo veo todos los días en mi profesión… Yo lo veo con cariño… yo tengo chicos que se me desmayan cuando me tienen en frente, porque ellos te idealizan. Y yo no quiero que me idealicen yo quiero que se inspiren. O sea, yo quiero… si yo soy un tío mediocre, anodino, intrascendente, que nunca he destacado en nada… y yo he podido buscar mi sitio en el mundo… es que tú puedes. Es lo que yo siempre trato de explicar.

si yo soy un tío mediocre, anodino, intrascendente, que nunca he destacado en nada… y yo he podido buscar mi sitio en el mundo… es que tú puedes.

No me idealicéis porque no ayuda. Normalmente no hay nada mas inspirador, dicen, que ver en otros aquello que te gustaría, en lo que te gustaría convertirte. Pero para eso tiene que haber una gran distancia. No te tienen que ver como una persona excepcional, con unos talentos increíble, porque entonces piensas “éste tiene talento y yo no”.

Yo creo que lo que me pasó fue que empecé a relacionarme con gente que para mi era importante. Pero yo me di cuenta de que además de ser personas, lo que teníamos, quizá, eran modelos de pensamientos distintos.

Tú, de la gente triste, aprendes a ser triste. Tú de la gente feliz, aprendes a ser feliz. De la gente creativa, aprendes a ser creativo. Tú, cuando tengas a alguien de tu entorno que es súper rápido pensando, chistoso, ocurrente… de repente un día te das cuenta de que estás haciendo lo mismo. Porque somos miméticos. Búscate entornos creativos, entornos exigentes… Yo creo que así me ha pasado.

Mugaritz no es el mismo ahora que hace 20 años. Se ha ido como acercando casi de forma natural e intuitiva a gente con capacidades que han amplificado la cosa.

Yo creo que me ha pasado eso. Lo ves en perspectiva y hemos trabajado con gente del mundo de la moda, del mundo de la literatura, del mundo del publicidad… de las artes escénicas, con La Fura dels Baus... trabajamos también con científicos. Entonces hemos ido trabajando con gente súper rica, súper creativa y súper exigente. Y eso te acaba volviendo, volviendo, volviendo.

Si tú vives en un pueblo con gente muy mayor, acabas acostumbrando a los hábitos de la gente mayor. Así, un tío que está en una cuadrilla, con un grupo de gente… que tiene 70 años y él tiene 40, acaba yendo a tomar el café como ellos, jugando al parchís, a las damas… Ahora, si coges a un tío de 70 y lo metes en una cuadrilla de 30, lo espabilas rápido… porque somos miméticos.

… a nuestras sociedades las limita el entorno, los sistemas.

– ¿No te da la sensación de que hay gente que está en el entorno equivocado, porque les ves una cierta capacidad y ves que le está limitando el entorno?

-Totalmente. Pero a nuestras sociedades las limita el entorno, los sistemas. Todo el mundo tiene capacidades. Mis padres… hasta es posible que tuvieran más capacidades que yo. Pero no tuvieron el contexto adecuado donde podían amplificar esas capacidades. Pero el mundo es esto.

-El mundo siempre es mas grande del lugar en dónde vives.

Y el mundo es más grande que el mundo en el que estamos.  Porque llega hasta donde llega la imaginación. Y la imaginación no tiene límites.

-Otra cosa es que puedas materializar lo que imaginas…

-… Bueno, pero eso es el choque con el cristal de la realidad.

-¿Cuáles fueron tus primeras mariposas? Esas, que brotan en el estómago irracionalmente cuando tienes la sensación de haber creado algo potente, de haber tenido una idea genial.

-Quizá, cuando jugábamos a que éramos cocineros en la escuela de cocina. Tenía unos compañeros que tenían cierta inquietud y quedábamos en la casa de uno y cada uno cocinaba un plato y hacía lo que podía. Y la verdad es que tengo un cariño muy especial a aquel recuerdo o a aquellos recuerdos donde nosotros cocinábamos, íbamos al mercado, comprábamos y sabíamos que, cada uno, iba a hacer un plato. Y sabíamos que lo iba a mostrar, lo iba a compartir y, de alguna manera, iba a aportar algo. Y ese momento era especial, era bonito.

Ése y luego, ya lógicamente cuando… además empezó a ser público. Porque nos presentábamos a concursos de cocina y ya había una tensión… te encontrabas ya en un entorno donde ya te están evaluando.

-A  uno, después de pensar tanto, le da miedo el resultado, lo que puede llegar a suceder… Miedo del bueno. La creatividad es un error del pensamiento lineal. La primera vez que estás pensando y te equivocas… y te equivocas bien… ¿cómo fue? ¿qué fue?

– Pues, mira, es que yo creo que siempre ha habido momentos de forzar las cosas. El otro día me tocó estar de jurando en un concurso. Entonces yo recordaba una historia, de hecho yo se lo decía a la prensa gastronómica que lo han vivido de alguna manera, ¿no?
Yo tenía 20, 21 años y me presenté a un concurso que tenía unas normas muy rígidas. Yo sí ahí estaba fuera del sistema, porque yo normalmente, estaba de aprendiz en un restaurante y ese restaurante presentaba a un cocinero de forma oficial…

Y yo me veía en aquel entorno, que se presentaban 20 personas, 20 grupos y yo estaba con un compañero mío que hoy es mi socio y resulta que pasó una cosa: puse en cuestión el sistema del concurso. Porque había que hacer las cosas de una manera determinada, era un plato con 3 guarniciones y yo lo que hice fue integrarlo todo. Y les dije “miren, yo no voy a ganar, porque me he saltado las normas, pero ustedes están equivocados. Ustedes no están viendo la cocina del futuro. La cocina tiene que ser integral. Un plato tiene que tener sentido.

Dos años después, se cambió el concurso.

Pero para cambiar aquel concurso tuvimos que quedarnos segundos, que por lo menos quedamos segundos… es que le hicimos dudar a aquel jurado, a pesar de que iba contra las normas. O sea… ayudamos a romper las normas.

La cocina tiene que ser integral. Un plato tiene que tener sentido.

Con 21 años ya estábamos poniendo el sistema en cuestión y, a partir de allí, siempre hemos hecho cosas así. Siempre yo soy muy crítico con lo que hacemos. Primero, sobre todo, y además con lo que yo hago.
Mira, cuando tengo que hacer una charla, siempre les digo: no me hagan preguntas difíciles porque para eso está la Wikipedia. Hacedme preguntas comprometidas, porque esas yo ya me las he hecho, y si no me las he hecho, voy a aprender.

Mira, a mi me hacen cientos de entrevistas gente de todo el mundo. Y cuando me encuentro con un periodista, un tío cabrón, que busca la contra y me da… para mi es un reto increíble porque yo le respondo…
Y si me hace una pregunta que me da, digo “¡qué bueno, tío! No tengo respuesta… me has metido en contradicción, me has hecho grande, porque ahora tengo que pensar en esto.»

Esta es la historia. Esto es lo que hay que desear, lo que hay que buscar. Y, éste es el sentido que hay que darle a las cosas. No es un tema de «yo te hago preguntas comprometidas para hacerte daño». No, «yo te tengo que hacer preguntas comprometidas para hacerte crecer.» Lo que tienes que intentar tener… No hay que tener la verdad, ni la certeza.

-¿Cuál fue el último sabor que descubriste?
-¡WOW! No te voy a decir un sabor. No, no es un sabor… porque nosotros hacemos apología de las texturas.

nosotros hacemos apología de las texturas.

La última vez que estuve en México, me di cuenta de que había un paralelismo entre las texturas de los escamoles (las larvas de hormigas mexicanas) y el guisante lágrima del País Vasco… y me hizo reflexionar… Bueno, en realidad, no me hizo reflexionar porque me reafirmó una idea que yo tengo. Yo a alguien en el País Vasco, le doy de probar escamoles con los ojos cerrados, le digo que son guisantes lágrimas y se lo va a comer. Pero si abre los ojos y ve que son huevas de hormiga, le va a dar un patatús y se va a morir. Y, en el fondo, el click, la diferencia, es está en tu cabeza.

-Es cultural…

-Sí. Mira, yo siempre explico lo mismo: los sentidos dan información, dan la clave, la llave de la descodificación están aquí (en la cabeza) y tú la has aprendido. Entonces tú tienes capacidad de amplificarla. O sea… mi entorno natural no comería nunca huevas de hormiga. Yo las como porque me gustan, pero me he esforzado para aprenderlo.

-Y en todos estos años, todas estas vidas vividas en la gastronomía… ¿hay algún objeto que atesoras?
-Yo he sido muy de guardar libros, libros antiguos… cuchillos, notas… era muy de guardar. Pero últimamente no me interesa lo material, no me interesa, me está … es que llega un momento en que me da igual todo, le doy un importancia relativa… Llega un momento en que me digo ¿para qué? Entonces no. Me quedo con la experiencia.

Y con lo interesante que estaba la charla, se acabó el tiempo. Aunque siempre quedan unos segundos para el remate final… Porque a Andoni Aduriz, además, le gusta el acento argentino. Digo «además» porque desde el momento en que tienes contacto visual, Andoni te estudia y, a medida de que la charla continua, la información que le vas dando va formando como un puzzle mental… un identikit de todo lo que él ve y percibe. Y algo tiene que haber visto que sentenció: “Eres una hedonista. En el más puro de los sentidos de la palabra. Una completa hedonista.» Para entonces las piernas no me temblaban. Yo había crecido. Gracias, Andoni.

 

Fotos: Alex Iturralde

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