Christina Rosenvinge.

La ilusión por su trabajo alumbra todo lo que rodea su vida.

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No ha perdido ni la mirada inocente ni su figura aniñada, casi de hada de cuento, como Campanilla, y su cara todavía se le ilumina con una sonrisa cuando recuerda su primer concierto con Ella Y Los Neumáticos, “fue en la plaza de toros de Las Ventas y nadie me cree cuando digo que estaba llena”. Era el año 1980 y participaba en el concurso de rock Villa de Madrid. Christina Rosenvinge tenía sólo quince años y su madre, tras invitar a casa a toda la banda a tomar el té, le puso como condición para actuar que debía ir a los recitales acompañada de su hermana mayor, “para ir a otros conciertos me escapa por la ventana”. En muchos aspectos sigue igual que entonces, cristalina, inquieta y luchadora, y por eso ha sido elegida como uno de los rostros de la campaña “Con Mahou Sin, qué bien sabe ser de Mahou”.

Christina Rosenvinge ha desarrollado una larga, interesante y variada carrera musical en la que Magia Blanca, Alex & Christina y Christina Y Los Subterráneos fueron algunos de los pasos que la condujeron a iniciar su propio proyecto con el que ha realizado una decena de discos muy personales y sólidos. “Es difícil elegir un momento de mi carrera, los hay muy buenos, otros peores, otros que cambiaría, pero es como la vida y de todo se aprende”. Una mujer decidida que también afrontó el reto de trabajar como actriz, junto a Penélope Cruz y Coque Malla en “Todo Es Mentira” (1994) y en “La Pistola De Mi Hermano”, de Ray Loriga, presentar un programa musical, FM2, en Televisión Española, o colaborar en diversos proyectos artísticos con Sophie Calle o el poeta Alejandro Simón Partal en un experimento de fusión de canción y poema llamado «Antagonista».

Ya tiene prácticamente terminado un nuevo disco que saldrá el próximo año, antes de la primavera, aunque todavía no hay fecha, y según Christina con él se inicia una nueva etapa. “Este álbum está grabado en Barcelona, con Raúl Fernández “Refree”, pero está hecho en mi casa, en donde fui trabajando las canciones con la guitarra y el piano”. La cantante confiesa que no es una virtuosa de ninguno de los dos instrumentos, pero que se defiende con ambos, “soy autodidacta. Comencé a tocar la guitarra con un libro de acordes de canciones de Bob Dylan que me dejaron, y hasta ahora, que me defiendo bastante bien”.

Consciente del complicado momento que atraviesa la música, Christina Rosenvinge ha sabido utilizar nuevos recursos, “he hecho de la necesidad una herramienta y he aprendido a grabarme y a emplear bases y programaciones, así que el nuevo disco tiene un pequeño toque de electrónica”. Una novedad para una artista que siempre ha vivido en una constante búsqueda de su identidad. Por eso éste no es el único cambio, “en mis anteriores trabajos había una mirada más introspectiva, un intento de encontrarme a mí misma. Sin embargo, las nuevas canciones son más existencialistas y me hago preguntas más grandes, más universales”.

Como mujer luchadora, defiende sus posturas desde la acción más que desde la argumentación, “soy feminista por cómo actúo y no por defender un discurso. La mayoría de la sociedad ya es partidaria de la igualdad de derechos entre sexos, así que yo simplemente doy las cosas por hechas, sin más”. Un carácter fuerte y seguro que empeña también en batallas cotidianas, como por ejemplo las bicicletas, “durante años he estado peleando porque Madrid fuera como otras capitales de Europa y el uso de la bicicleta fuera algo normal”. Vive en el centro, muy cerca de la Plaza Mayor, “me gustaría que las calles fueran de los peatones, de la gente. Sin coches ni humos. Las bicicletas deben ocupar ese espacio”.

También como consumidora la música sigue siendo su pasión y las tiendas de discos un lugar que visita bastante a menudo, “hoy mismo he estado mirando discos y me he comprado, uno de Karen Dalton y el “Yellow Submarine” de The Beatles”. Christina se ha reencontrado con el vinilo después de muchos años, “nos dijeron que ya no valían y que había que pasarse al cd, ¡cómo me arrepiento de haberme deshecho de mis vinilos!”. De nuevo encuentra el placer de escuchar música en un tocadiscos, con todo el ritual que eso conlleva. “El primer disco que me compré con mi propio dinero fue el Lp de la película “Help” de los Beatles. Y en single fue el de “Sandokan. Entonces estábamos todos enganchados a esa serie de aventuras que ponían en la tele”. En un momento ha mencionado dos veces a los chicos de Liverpool, que no suelen estar muy presentes en el sonido de su música, “es cierto, que no se les oye mucho en mis canciones, pero son una gran influencia, sobre todo por la estructura de sus composiciones”.

Hija de padre danés y madre inglesa, le gusta disfrutar de los bares que hay en Madrid, “conozco los dos mundos, el del norte y el del sur, y me encanta la cultura de los bares”. Mientras llega el momento de realizar su gran proyecto, “en cuanto crezcan mis hijos me iré a recorrer el mundo en plan mochilera”, acude regularmente a los bares de La Latina, los Austrias o Lavapiés a tomar una caña, “con amigos cuando atardece en verano o al mediodía para aprovechar el sol del invierno, cualquier momento es bueno”.

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