Loama, hogar de hedonistas en un atolón de Maldivas.
Maamingili. Quédate con este nombre, porque será tu próximo destino: el hogar de las villas alpinas más tropicales. Un paraíso en Maldivas.
Maamingili no es una isla más en el archipiélago de Maldivas. Se trata de una de las mayores del territorio, aunque, eso sí, no significa que sea muy extensa. No llega al kilómetro y medio de ancho, por unos 775 metros de ancho. Sin embargo, este rincón paradisíaco del planeta, en el atolón de Alif Dhaal y a 106 kilómetros de Malé, la capital del país, se basta y se sobra con esa extensión para ser todo un destino de altura.
De hecho, la isla cuenta con el aeropuerto principal de la zona central de islas y atolones de Maldivas. Su nombre es tan bucólico como el destino: el aeropuerto Villa International, nombre oficial del que todos conocen como Aeropuerto de Maamigili, que fue levantado por un empresario local para facilitar el desarrollo y mejorar las infraestructuras de la isla. Solo en 2013 fue cuando comenzó a recibir vuelos internacionales. Será nuestra puerta de entrada si nos decidimos por uno de esos hoteles únicos, propios del Índico.
Se trata del Loama Resort, un complejo en el que no falta de nada. Por supuesto, la zona de habitaciones se corresponde con villas de madera sobre el agua del océano. Pero, eso sí, aquí no se trata de cabañas polinésicas, sino más bien de casitas de montaña, con techos a dos aguas, paneles de madera y una construcción que encajaría más en Noruega o Suiza. Una solución que ayuda a mejorar el confort y calidez de los espacios.
A un paso de playas de arena blanca y lagunas calmadas, no faltan estampas como las palmeras circundando el resort y el arenal, así como el arrecife de coral a no demasiados metros y en donde se realizan todas las actividades de buceo. Como está de Malé en hidroavión a poco más de 45 minutos, no faltan turistas que vienen desde allí para bucear en sus aguas.
Uno de sus puntos fuertes es el Garden Spa, con suelo de cristal sobre el Índico y que ofrece tratamientos inspirados en las técnicas tradicionales de curación locales, aunque también ofrecen masajes sobre la laguna en el Water Spa, el segundo de los balnearios del hotel, con suelo de cristal.
El Loama cuenta con un pequeño museo en sus zonas comunes, así como una boutique especializada en figuras y piezas artísticas, así como en cuadros y otros detalles. Un buen plan es acercarse allí antes de la cena en alguno de los diferentes restaurantes de este complejo de 100 habitaciones, si es que no se ha querido hacer un picnic en la playa.
Las villas oscilan entre las de 68 metros cuadrados sobre la arena de la playa a los 72 de las del océano, donde hay que elegir si se prefiere las que tienen vista directa al amanecer o al atardecer. Desde 530 €/noche, todo un paraíso en el que disfrutar.
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