La ciudad balneario que nunca duerme.

Elegante, dinámica y rebosante de vida, Karlovy Vary no se asemeja precisamente a la idea que solemos tener cuando nos dicen que estamos en una ciudad balneario. Y no porque allí no se pueda disfrutar de increíbles aguas termales y el reposo más absoluto en sus diferentes spas y termas, sino porque ofrece una oferta cultural que mantiene sus calles en constante movimiento.

Goethe, Beethoven, Mozart, Bach, Marx, Freud… y, más contemporáneo, Robert Redford, escogieron Karlovy Vary para descansar y pasear tranquilamente entre las columnatas que cubren sus centenarias fuentes. Una de ellas, la columnata Vřídelní, asentada sobre el géiser Vřídlo, cuyas aguas superan los 73 °C y cuya presión del chorro alcanza alturas de hasta 12 metros.

Calles de elegantes arcadas como Mlýnská o Tržní acogen majestuosos edificios, como el teatro, los baños Imperiales o la iglesia de Santa María Magdalena; y no sólo se pueden ver a ras de suelo, sino también desde los miradores de alrededor, a los que se accede en teleférico.

El próximo mes de mayo, la ciudad inaugura oficialmente la temporada alta de los balnearios con varios eventos entre los que no faltan un desfile con caballos y pasacalles, la bendición de los manantiales de aguas minerales, un mercado de artesanía y conciertos. Será la antesala de un calendario en el que destaca su festival internacional de cine, uno de los más antiguos de Europa, o su festival de jazz.

No faltan excusas para desplazarse desde Praga a Karlovy Vary. Apenas dos horas separan la ciudad de la capital checa. A la vuelta, será extraño que no lo hagamos con los productos de la famosa fábrica de cristal Moser, la porcelana de Karlovy Vary Thun, el exquisito licor de hierbas Becherovka o las tradicionales obleas locales. Y no porque seamos unos compradores compulsivos, sino porque allí todo apetece.