Lorenzo Castillo: ‘Me gustan las casas muy vividas, muy hogar’.
Hablamos con Lorenzo Castillo, icono internacional de la elegancia española en el mundo de la decoración y el interiorismo contemporáneo.
Años antes de que el madrileño Barrio de las Letras se convirtiera en el hervidero urbano cosmopolita y cultural que es hoy, un joven decorador español instaló allí su primera tienda de antigüedades. Acababa de llegar de Estados Unidos tras completar su formación en artes decorativas, dispuesto a transformar el mundo de la alta decoración con un sinfín de ideas sorprendentes y una particular visión de la estética, el arte y la belleza. Me lancé al mundo de las antigüedades con una visión diferente, alejada de cosas tan aburridas como el coleccionismo, tan en boga entonces. Lo que hice fue mezclar, conciliar lo contemporáneo con el objeto antiguo, llenando un espacio que estaba vacío, explica Lorenzo Castillo. Uno de los talentos españoles más reconocidos en el panorama de la decoración internacional.
No concibo la decoración sin antigüedades.
De esto hace ya dos décadas. Y aunque en la actualidad conciliar periodos y épocas ha dejado de ser un acto decorativo extravagante, Lorenzo mantiene intacta su capacidad de reinventar, creando espacios caprichosos, rebosantes de buen gusto, en los que la antigüedad sigue jugando un papel decisivo. Una casa sin antigüedades es como un solar, sin historia, sin alma. Pero evitando el exceso. Tiene que haber un balance, un equilibrio porque es la única manera de reflejar el carácter, la sensibilidad de toda persona amante del arte.
Una casa sin arte es como una casa sin libros. Muy sospechosa.
Y es que el arte —los libros también—, además de una gran fuente de inspiración, constituye otro de los pilares esenciales del universo creativo de Lorenzo Castillo, pues otorga al espacio ese fondo intelectual que convierte la casa en hogar. Una pasión, la artística, que cultiva desde niño, que ha sido la base de su formación universitaria —Licenciado en Bellas Artes— y que se manifiesta ya como un sello personal. Pero si hay un artista que ha marcado de manera crucial ese estilo propio tan amplio —el término eclecticismo no le gusta para definir su trabajo—, tan internacional, tan intemporal, y sobre todo, tan intelectual, es Velázquez: los tonos terrosos y dorados de su época sevillana; los negros y plateados mezclados con el rojo o el azul de su época madrileña. Son los colores que me gusta usar en decoración.
Tradición española.
Igual que la arquitectura y los interiores españoles de los siglos XVI y XVII. Me fascina todo lo español; soy un loco de España, de toda nuestra tradición, nuestra herencia. Por eso en todas las colecciones trato de sacar lo mejor de nuestro legado artístico. Tonos insólitos, lejos del folclore y los tópicos, que no sólo plasma en su estética decorativa, también en las grandes colaboraciones que lleva realizando con firmas referentes como Gastón y Daniela o la última colección de alfombras de diseño para The Rug Company en la que interiorismo clásico y toda la elegancia histórica española se manifiesta a través de formas geométricas y composiciones cromáticas sorprendentes.
Alta decoración.
No me gustan las casas escaparate, vacías, para enseñar. Me gustan las casas muy vividas.
Lorenzo Castillo hace alta decoración, casas exclusivamente diseñadas para el cliente en las que cualquier detalle es único, cuidado al milímetro. Pero, al mismo tiempo, confortables, acogedoras, preparadas para vivir, para disfrutarlas con idéntica pasión. No me gustan las casas escaparate, vacías, para enseñar. Me gustan las casas muy vividas. Ríe. Y no necesariamente inmensas. Él es capaz de hacer magia tanto en espacios casi palaciegos como en viviendas de tamaños comunes. En 100 metros bien trabajados, dice, se puede crear una pequeña joyita, exquisita, diseñada para disfrutar: un pequeño salón, un pequeño comedor, un dormitorio, incluso una pequeña biblioteca… Siempre bajo el embrujo de la calidez, a caballo entre el clasicismo y la modernidad, y una influencia en parte heredada de sus propios referentes, los grandes decoradores americanos de la primera mitad del siglo XX, como Billy Baldwin. Pero también franceses como Jacques Grange —el decorador de Yves Saint Laurent—, Renzo Mongiradino, la gran figura de la alta decoración italiana y universal; Miles Redd, David Hicks o el influjo flamenco de Vervoordt.
Todos ellos han contribuido, junto a arte y las antigüedades, a dibujar un estilo muy particular: templado, colorido, brillante, exquisito, culto, entrañable, que no deja de ser el reflejo de la personalidad de Lorenzo.