Ilusionista, mago, dominador de emociones y brujo del siglo XXI. Jorge Blass, el arte de la ilusión y las varitas mágicas de oro.
Abrió su regalo de cumpleaños y sólo había cuerdas dispuestas a ilusionar. Y a pesar de que leyó el manual muchas veces, lo que descubrió es que "la magia no está en el truco, está en la mirada del espectador".
Eres Jorge Blass, tienes 6 años. Termina tu cumpleaños y mientras la casa vuelve a estar en orden comienzas a revisar los regalos. Envoltorios por aquí, aquello que querías por allá, uno que te asombra y otro, más allá, que te da curiosidad. Lo miras, lo observas, lo abres y encuentras cuerdas de colores, perfectamente acomodadas, y un libro. «Magia» promete, pero hasta entonces, todo lo que ves es una suma de objetos sin vida, sin las chispas que te hicieron creer en el anuncio que encontrarías.
La intriga hace que abras la caja con un poco de escepticismo, te pones a trastear y a practicar con esos… objetos sin vida. Después de mucho, lo consigues. Y al presentar tu nuevo logro… las chispas que no venían en la caja, aparecen en los ojos de tu público. Y lo intentas una vez y otra. Y te entusiasmas. Y comienzas a jugar con los silencios y las historias. Y de la cuerdas pasas a algo más complejo. Y tratas de hacer que tus trucos sean más perfectos y tu discurso más asombroso y la sorpresa de la cara de los demás crece, crece… se magnifica…
«Empecé un poco de casualidad, pero lo que más me entusiasmaba era, cuando hacía un juego de magia, ver la cara de los espectadores, ¿no? Era ver cómo se asombraban, cómo se fascinaban… yo creo que eso es lo que más me ha animado a lo largo de toda mi adolescencia y eso… a seguir practicando… era ver eso, que hacías un simple truco de magia y que eso generaba una emoción.»
Y mientras Jorge Blass habla, sus ojos contienen una chispa permanente de ilusión, como la que genera con sus espectáculos. Como si se le hubieran clavado todas esas emociones que ve en su público. «Yo creo que la magia no está en el truco, está en la mirada del espectador. En cómo se fascina, cómo se emociona…»
Y como la fascinación crea adicción, necesitas más y más de ella. Así que se fue a estudiar a la Escuela de Magia de Juan Tamariz para que el gran maestro le guiara. De allí pasó a sus viajes internacionales. Primer destino, Mónaco y la Varita Mágica de Oro que recibe de la mano del mismísimo Príncipe Rainiero.
«Yo creo que la magia no está en el truco, está en la mirada del espectador. En cómo se fascina, cómo se emociona…»
La magia no surge, a la magia se la crea. Así que Jorge practica incansablemente para conseguir lo que quiere. Estudiar el asombro, hacerse dueño de las emociones de los otros, conseguir esa chispa en la mirada. ¿Pero con qué se sorprende quien sorprende? Jorge dice que es es muy fácil. Que su peque de 4 años lo tiene fascinado con sus gestos y comentarios. Porque “… la magia, al final, está en las pequeñas cosas que te hacen ser feliz.»
Y lo asombrosamente inesperado también llega de su idolatrado Tamariz. Blass comparte mucho tiempo con él y le fascina todo el tiempo. «Es como estar cerca de Buñuel o Picasso. Es el que más me ha sorprendido.» Aunque su encuentro con David Copperfield en Las Vegas fue como una magia con encanto bidireccional. Porque a Jorge le encantó conocerlo, pero es que David adquirió los derechos de uno de los trucos inspirados en las redes sociales que ha creado el español. Según palabras de Copperfield “Jorge Blass eleva el arte de la magia a otro nivel”.
“Jorge Blass eleva el arte de la magia a otro nivel.” (David Copperfield)
Pero… ¿cómo se crea un truco? «Pensando mucho. Hay que conocer los métodos, lo que han hecho los magos clásicos y antiguos. Aprender lo que ya se hizo. Yo primero pienso en la idea y luego en cómo llevarla a cabo. En este caso, hoy (durante la presentación de la nueva máquina Nespresso para hostelería), la idea era que Almudena Cid se convirtiera en la máquina. A partir de allí, era una cuestión de buscar y rebuscar hasta encontrar los trucos y las técnicas necesarias. Y hay mucho de prueba y error. Es un proceso que lleva tiempo. Pero es un proceso fascinante. Además de mago, hay que saber mucho de física y química.»
Los polvitos mágicos no existen, hay que crearlos. Así que para eso también hay que saber algo de química, un poco de física… mucho de iluminación y música para potenciar todos los momentos durante la actuación. Por eso anota todo lo que se le ocurre, todo lo que observa, para que un día, pueda convertirlo en magia.
Sorprender a quien vive de sorprender también se hace por el estómago. Dice que uno de sus lugares favoritos es el restaurante de Quique Dacosta. Porque la cocina creativa también tiene mucho de magia. Al final los platos también generan emoción y es un proceso en el que las ideas termina de cobrar vida en quien las disfruta. Porque «la cocina nueva tiene mucho de inesperado. Piensan en cosas creativas… Juegan… Al final son pequeños trucos de magia en la boca.»
Pero esos gustos se los da pocas veces al año. En Madrid, le gusta darse una vuelta por el De María de Ópera. Dice que muchas veces a visto al actor argentino Ricardo Darín comer en sus mesas y que eso significa que es bueno.
De aquel Jorge Blass de 6 años abriendo esa curiosa caja con tres cuerdas, aún queda mucho. Dice que de entre todo lo que ha leído, le sigue sorprendiendo en libro «El Elemento» de Ken Robinson, porque habla de encontrar la pasión, aquello que te motiva, lo que te hace feliz. Y crear ilusiones, para él, es su elemento.
…»la cocina nueva tiene mucho de inesperado. Al final son pequeños trucos de magia en la boca.»
También lee mucho sobre magia y ahí le pregunto si es verdad que los magos no revelan todos los detalles de sus trucos. Me da cierta curiosidad imaginar un manual de magia profesional… ¿será que, llegados a un punto, las páginas están en blanco? Y, como buen mago, me dice que es verdad, que no se cuentan todo, que a cada uno le toca investigar y descubrir. Porque… “El mejor secreto es el que no se dice».
De aquel pequeño Blass también queda su caja de «La cuerda Tricolor» y que de alguna fue como un presagio. Su salto a la popularidad en España le llegó con un anuncio de Telefónica en el que él hacía un truco justamente con cuerdas de colores.
Hasta al mejor de los magos le sucede, que por mucho que practique hay trucos que aún se le resisten, aunque no pierde la fe en ellos. Pero dice que hay magias que le gustaría hacer. «Estoy tratando de hacerme invisible.» dice entre risas.
Dice que conserva la magia en sus ojos y en la mirada de su público, pero que no le importa conservar objetos materiales. Sólo se deja acompañar siempre por su cartera con un diseño de un as de picas. «No soy de poseer ni de coleccionar. A lo largo de los años soy más austero. Aunque me quedo con, sobre todo, con la ilusión. Es lo que sigo manteniendo. Y los nervios. Eso te hace que esté alerta, porque te importa. Eso de subir al escenario te tiene que generar miedo, para que estés atento y alerta.»
Y el mago que nos deja sin pestañear durante sus actuaciones, dice que cuando cierra los ojos «pienso en la primera vez que tuve un aplauso. Cuando le hacía los juegos a mi familia.»
Y ese chico que fue a estudiar con Tamariz y hacía crecer las chispas de emoción en los ojos de su público familiar es el mismo que trabaja en la Fundación Abracadabra para llevar la magia a los hospitales y aquellos lugares en que se necesita emoción. «La ilusión que se ve en los ojos es la misma en todos lados. Y ellos necesitan mucho más de esa ilusión. De hecho se ha descubierto recientemente que en algunas enfermedades la magia, el reírte o emocionarte ayuda mucho. Que el niño tenga esperanza, ganas de aprender, es importante… Es magia curativa.»
La ilusión no tiene fronteras, ni edad «ves a los niños y ves a los padres y los se quedan con la misma cara.»
«Magia» prometía ese regalo de cumpleaños y eran cuerdas de colores. Y de alguna manera no le contaron toda la verdad (cosas de magos) porque, como él dice, la magia no está en el truco, está en los ojos de quien la mira.
Más información Jorge Blass Fundación Abracadabra