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Amalia Ramírez.

Bisnieta, nieta, hija de maestros luthier constructores de guitarras profesionales excepcionales.

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El primero de la saga fue José Ramírez I, entró de aprendiz con doce años en el taller de Francisco González en la Carrera de San Jerónimo. Aquel aprendiz comenzaría una dinastía de maestros luthier constructores de guitarras cuando una vez aprendido el oficio se establece por su cuenta. José Ramírez llegaría a ser reconocido como el maestro guitarrero más destacado de su tiempo y maestro de otros grandes constructores. Cuatro generaciones después Amalia Ramírez, bisnieta de José Ramírez, ha heredado una profesión que ha pasado de padres a hijos, de hermanos a hermanos, desde que Guitarras Ramírez abriera sus puertas en la calle Concepción Jerónima nº2, cerca de la Plaza Mayor, entre las Calles Toledo y Atocha, en pleno centro de Madrid en 1882.

Sería su padre José Ramírez III el impulsor de grandes avances en la construcción de guitarras, como la introducción del cedro rojo o un barniz especial a base de urea que satisfacía sus expectativas y su necesidad de mejorar el sonido de sus creaciones. Probó longitudes de cuerda más cortas, más largas, como la de 664mm que aún se utiliza, creó la guitarra de cámara que elimina las notas «lobo» creando un sonido limpio y claro, e inventó la guitarra de 10 cuerdas junto al afamado guitarrista Narciso Yepes. Un prodigio de creatividad, perfeccionismo, ingenio e innovación en tiempos de escasez.

Amalia Ramírez se inició en el taller en 1976 junto a su hermano José Ramírez IV, de manos de su padre que le enseñó todos los entresijos, secretos y detalles de una profesión artesana y fina. De él no sólo heredó el negocio, ni la profesión, heredó también el savoir-faire, el perfeccionismo, la búsqueda de la mejor calidad que la lleva a reestructurar el negocio en 1993 para volver sobre los pasos de la dinastía en un modelo de taller más pequeño y limitado en el que tan sólo se producen guitarras de la más alta calidad con los mejores materiales, las mejores maderas envejecidas, «maderas preciosas», cedro, ébano, abeto alemán, ciprés y palosanto de india. Aunque Amalia construye, porque lleva la profesión en las venas y sabe, es la responsable, junto a la calidad de las guitarras que salen del taller del que hoy se encargan sus sobrinos Enrique y Cristina (V generación), del éxito comercial actual de Guitarras Ramírez, y sigue la senda de su padre en la búsqueda de la guitarra con el mejor sonido, la mejor guitarra, aunque esto no llegaría a ser posible si no fuera porque, como declara, «cada guitarra que ha construído en su vida lleva un pedazo de su alma«, lo que explica también el por qué las guitarras de esta saga de maestros han cautivado a los mejores guitarristas del mundo.

Hoy Amalia Ramírez ha sido elegida embajadora de la cerveza Alhambra Reserva 1925 entre otros pocos profesionales y artistas que han convertido su pasión en profesión y su profesión en pasión, por «puro amor en lo que creían».

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