Chute viajero.

Viajar. Sustituir el espacio y el tiempo cotidiano por coordenadas lejanas y desconocidas.

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Hay a quien no le gusta. Quien busca protegerse bajo el escudo del grupo a la sombra del guía protector. A salvo de lo extraño, el paisaje se observa desde los ventanales, inocuo.

Pero no hablo de eso. Porque a mí me gusta sumergirme en el olor a especias y en las pieles oscuras. Estoy de acuerdo con Plinio. Por naturaleza, los hombres gustan de ver cosas nuevas y de viajar.

También nos gusta huir, escapar de nuestras realidades. Y no hay huida sin movimiento. La poesía de las partidas, que decía Baudelaire. En el vehículo que lleva a otro lugar, el tiempo se prolonga y se suspende. El transporte es espera. Y la espera puede ser fértil.

Siempre he sentido una nostalgia hacia los largos viajes en barco. El avión se me queda corto. Imagino una travesía a la India a través de Gibraltar, Suez y el Golfo de Adén. Días y días de recreación de un destino imaginado, aún incierto.

Pero, ¿y el arte? El arte simplifica, abstrae los rasgos de personajes y latitudes desconocidas. Me gustan los orientalistas. Aquellos pintores viajeros que encontraban en Oriente su propio Oriente recreado. Sus sugerentes dibujos y acuarelas contrastan ferozmente con unas fotografías que reflejan miseria y pobreza. Lo políticamente correcto era pintoresco, lúdico y sensual.

Del Grand Tour del XVIII me quedo con sus ruinas. En un largo paseo hacia el sur de Italia se compraban Canalettos como cromos y museos de escultura clásica partían rumbo a Portsmouth. No está mal como viaje de iniciación. Los jóvenes aristócratas perdían su virginidad contemplando a Fra Angelico mientras sus acompañantes hacían la vista gorda.

¿Cómo podríamos viajar hoy con esa inocencia? Las confusas imágenes que nos asaltan llevan, en ocasiones, a la decepción ante la obra o el paisaje original. Más que en la imaginación, los destinos se recrean con Photoshop. Pero hay esperanza.

Porque, en palabras de Pessoa, los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. Así que intentemos liberarnos de ese envoltorio digital y viajar.

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