1889-1914: los años parisinos de Ignacio Zuloaga.

Fundación MAPFRE presenta en Madrid la exposición ‘Zuloaga en el París de la Belle Époque, 1889-1914’ que ofrece una nueva visión del pintor, desligada de la España negra.

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Yo estuve, hace años, en España, con ese pintor que era el mejor de los españoles […] y no le querían, en España no le querían. Cuando Auguste Rodin escribió estas palabras sobre Ignacio Zuloaga, sus lazos artísticos y personales estaban más que consolidados. Se conocieron en París durante una de la épocas culturales más jugosas, cosmopolitas y bohemias de la capital del Sena. Un París luminoso y dinámico que el artista español pisó por primera vez en 1889 y que acogió su obra con regocijo y entusiasmo. Zuloaga brillaba con luz propia, compartía inquietudes con los mejores artistas del momento y trabó grandes amistades entre ellos.

Pese a buscar en París las últimas tendencias pictóricas, no sucumbió Zuloaga a las vanguardias dominantes del cambio de siglo. Tampoco la profunda admiración que sentía por Degas le empujó a contraer deuda alguna con el impresionismo. Aunque sí asumió cierta estética simbolista, coincidente con la de Gauguin, Bonnard o Bernard Denis, el artista eibarrés puso el énfasis en su personal manera de interpretar la pintura.

No erraba Rodin en tal percepción. En la España del 98, no querían a Zuloaga. Su obra era (y fue hasta hace bien poco) objeto de una tremenda controversia. Una polémica, en realidad, mucho más centrada en la emoción que en la maestría del pintor. Y es que durante aquellos años del final del XIX, la imagen española en Europa estaba aún muy influida por el los estereotipos posrománticos y, tras la pérdida de las últimas colonias, parece que se instaló un complejo de “lo español” dispuesto a tumbar los clichés de un país atávico, exótico, salvaje, profundo y cerrado al progreso.

La crítica española se cerró en banda ante una obra que, según ellos, proyectaba una imagen estereotipada y atrasada de España sólo para agradar al público extranjero. Sin embargo Zuloaga, ajeno a un debate que jamás quiso provocar, desarrolló un universo creativo muy personal que transitaba entre el cosmopolitismo francés y sus raíces españolas.

“En cuadro busco carácter, penetración, simbología de una raza, emoción […] Quiero pintar con el corazón y el cerebro, no con los ojos”.

Ignacio Zuloaga quiso combinar un profundo sentido de la tradición con una visión plenamente moderna, especialmente ligada al París de la Belle Époque y al simbolismo aprendido en aquellos años. “En cuadro, decía, busco carácter, penetración, simbología de una raza, emoción […] Quiero pintar con el corazón y el cerebro, no con los ojos”. Con esta idea como hilo conductor, la Fundación Mapfre presenta en Madrid una exposición que ofrece una nueva visión desligada de la tradicional relación con la España negra y la Generación del 98.

Una de las joyas de la exposición, La Celestina (la tuerta) que Pablo Picasso pintó en 1904, prestada por el Museo Picasso de París, muestra precisamente el desacierto de una percepción crítica absolutamente alejada de la intención pictórica de Zuloaga. Pues ese «Picasso azul» simboliza igualmente la España profunda, arcaica, imbuida en la tradición que nadie osó jamás reprocharle al malagueño.

Zuloaga en el París de la Belle Époque, 1889-1914 está compuesta por más de 90 obras del pintor y artistas cercanos como Picasso, Toulouse-Lautrec, Auguste Rodin o Émile Bernard. Se organiza en torno a varias secciones que ilustran distintos aspectos de su aventura parisina: los primeros años en la capital francesa, el contexto histórico, sus grandes amistades (Rodin y Bernard), los retratos, su faceta como coleccionista y el retorno a sus raíces españolas

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Zuloaga en el París de la Belle Époque, 1889-1914. Fundación MAPFRE. Del 28 de septiembre de 2017 al 7 de enero de 2018. Comisarios: Leyre Bozal Chamorro y Pablo Jiménez Burillo.

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