Exposición en la Tate Modern Georgia O’Keeffe: ‘no hay nada tan poco real como el realismo’.

La Tate Modern acoge la primera retrospectiva dedicada a la norteamericana Georgia O’Keeffe en Reino Unido en los últimos veinte años.

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Lirios, orquídeas, amapolas. Flores inmensas, aisladas, sin ninguna referencia espacial. Metáforas sensuales de la sexualidad femenina. La pintura de Georgia O’Keeffe es un canto a la naturaleza, profundamente vinculada a su infancia. Paisajes, hojas, piedras, conchas y huesos también forman parte de una obra pionera que público y crítica identificaron como la expresión del nuevo arte indígena norteamericano y una de las máximas representantes del arte moderno en los EEUU de principios del siglo XX.

Su fuerza destructora era tan grande como su fuerza constructiva, los extremos coexistían. He experimentado y sobrevivido a ambas, afirmaba Alfred Stieglitz. Su marido y primer admirador de una obra de juventud inédita que exhibió sin el permiso de la artista. Él era un fotógrafo de prestigio. Ella, una desconocida y veinticuatro años más joven. Fue entonces cuando nació entre ambos una turbulenta relación que terminó en matrimonio. Aunque su verdadero amor, el de Georgia O’Keeffe, fue el desierto. La luz cegadora de Nuevo México, sus tonos encendidos, la inmensidad de sus planicies y paisajes desolados. Una afinidad tan poderosa que traspasó las fronteras de la razón. En 1929, O’Keeffe realizó el primero de sus muchos viajes al norte de Nuevo México. Hasta que se instaló allí, ya viuda. Conoció a Frida Kalho, vivió en tiendas de campaña y, armada de sus pinceles, inmortalizó los colores agrestes del desierto.

Tengo que crear un equivalente a lo que siento acerca de lo que estoy viendo – no una copia.

La Tate Modern londinense estrena edificio y exhibición. Una extraordinaria oportunidad de contemplar y descubrir las diferentes facetas artísticas de O’Keeffe fuera de los Estados Unidos. La primera retrospectiva en veinte años que la ciudad de Londres dedica a su obra, a través de más de un centenar de cuadros que abarcan toda su trayectoria. Desde las célebres flores hasta las áridas tierras de Abiquiu. Entre ellos el famosísimo Jimson Weed/White Flower, no 1, de 1932. La obra de arte más cara pintada por una mujer. Así lo airearon los medios hace un par de años, tras una subasta en en Sotheby’s.

La exposición incluye una serie de retratos y desnudos de O’Keeffe realizados Stieglitz. Paisajes urbanos paralelos, varios ejemplos de sus series de estudio conocidas como Equivalentes, así como obras de los principales miembros del club de vanguardia —el llamado «círculo de Stieglitz»— formado en torno al fotógrafo. Piezas que revelan no sólo la asociación creativa de la pareja, también nos descubren a la O’Keeffe musa, colaboradora indispensable en la carrera de su compañero.

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