El diablo, el mundo de los Brueghel y Antoine Roegiers.
El Museo Nacional de Escultura dedica una muestra al enigmático mundo de los Brueghel, sus demonios, sus quimeras y criaturas erráticas.
La tentación, el pecado y el diablo. Este es hilo rojo de la exposición. Un mundo que los pintores flamencos y, especialmente, los Brueghel pusieron en pie con energía expresiva, virulencia y una imaginación sin límites. Así presenta el Museo Nacional de Escultura de Valladolid la muestra Tal vez el diablo. El mundo de los Brueghel. Una exposición sobre la tentación, el pecado y la culpa que, a través del imaginario del artista belga Antoine Roegiers (Braine-l’Alleud, 1980), se reescribe en el presente.
En aquel remoto siglo XVI, en el que los Brueghel construyeron sobre el lienzo los escenarios perversos de Satán fruto de las transgresiones morales humanas, el poder religioso estaba indisolublemente unido al político. Entre ambos tejieron, a base de culpas y maldad, la siniestra red que les otorgaba el control absoluto sobre el comportamiento de la sociedad. En una Europa rota por los enfrentamientos entre cristianos, el diablo (el temor, la necesidad de eludir la condena a los infiernos) se convirtió en el verdadero instrumento del lado oscuro: el de la supervisión y el sabotaje de la libertad individual.
Entre 1460 y 1610, las tentaciones de San Antonio conquistaron las artes plásticas. La representación de las privaciones del santo y sus visiones diabólicas llegó a ser la temática predilecta del arte flamenco. Las dos grandes invenciones de estos pintores fueron, en primer lugar, el paisaje: la ubicación de este tormento diabólico en medio de grutas, bosques, ciudades y castillos en el horizonte. La segunda, el carácter fantasmal y quimérico de la tentación reflejada en su pinturas mediante personajes extraños, antropomórficos, aterradores incluso.
La muestra que acoge el Museo Nacional de Escultura de Valladolid se articula a partir de dos obras: Las tentaciones de san Antonio, de Jan Bruegel de Velours —hijo de Pieter Bruegel el Viejo— y Los siete pecados capitales del artista contemporáneo Antoine Roegiers. Los casi cinco siglos que separan el arte de ambos artistas confluyen en la inquietante concepción del mundo y la ética: estupidez, avaricia, crimen, glotonería, procacidad, envidias y muy poca bondad. Un mundo doloroso, pero también lúdico, donde asoma la transgresión de la cultura popular.
Roegiers, que comparte con Brueghel la sutilidad del detalle y los enigmas diabólicos, traslada la fertilidad creativa flamenca al mundo actual, con todas las contradicciones, culpas, confusión y perversiones que engastan ambos tiempo, tan lejanos, tan distintos y, sin embargo, tan similares. El belga combina para ello las filigranas del lenguaje digital con herramientas de los viejos maestros, como el dibujo. Su método creativo tiene mucho de artesanal. Redibuja de manera independiente arquitecturas, personajes y geografías para después, como en un rompecabezas, ensamblarlos en una especie de estampas tenebrosas habitadas por seres híbridos, casi perdidos.
A partir de las obras de Bruegel de Velours y de Roegiers, la exposición articula todo un espectáculo pecaminoso, infernal, donde se reproducen pasiones, incertidumbres, miedos, fantasmas… La esencia, en fin, del ser humano que apenas ha cambiado desde su creación.
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El Diablo, tal vez. El mundo de los Brueghel. Del 1 de diciembre de 2018 al 3 de marzo de 2019. Museo Nacional de Escultura, Palacio de Villena. Valladolid.
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