El año Rauschenberg comienza en Londres.

La Tate Modern presenta la primera gran retrospectiva dedicada a Robert Rauschenberg, el hombre que cambió para siempre el arte americano, desde su muerte en 2008.

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Es cierto que hace siete años, el Museo Guggenheim Bilbao dedicó al maestro del reciclaje una interesante muestra que exhibía la última (y monumental) serie de esculturas y pinturas sobre metal realizadas por Robert Rauschenberg como crítica a la sociedad de consumo actual. Sin embargo, y hasta el próximo 2 de abril, Londres se convierte en el primer puerto de la más amplia retrospectiva mundial sobre el artista tejano desde su adiós en mayo de 2008. Tras su paso por la capital británica, la exhibición viajará al MoMA y al San Francisco Museum of Modern Art en un año que se presenta como el del homenaje póstumo al primer artista de su generación que se apartó de la angustia expresionista.

La Tate Modern recorre toda la trayectoria profesional de Rauschenberg e incluye sus trabajos en la Experiments in Art and Technology (E.A.T) —organización fundada por él mismo para favorecer el intercambio entre arte y ciencia—; así como sus incursiones en la performance, la danza y la fotografía. Entre el elenco de piezas prestadas por diferentes instituciones internacionales figuran iconos como Monogram (1955-1959), Bed (1955) o Retroactive II (1964), el retrato de Kennedy realizado poco después de su asesinato. Seis décadas de arte ecléctico y apetito insaciable por la experimentación, la innovación, la tecnología y el conocimiento se ordenan de manera cronológica para mostrar los diferentes estilos y técnicas empleados, así como su experiencia artística en relación con el mundo que vivió.

Bautizado como Milton Ernest Rauschenberg, el artista nació en Port Arthur (Texas) en 1925. Comenzó su formación artística veinte años después, tras licenciarse de la Armada de los Estados Unidos. En el Black Mountain College, cerca de Nashville, Carolina del Norte, fue discípulo de Josef Albers, antiguo seguidor de la Bauhaus. Fue también allí donde conoció al compositor John Cage y al coreógrafo Merce Cunningham. Una vez instalado en Nueva York se introdujo en el corazón del expresionismo abstracto, pero pronto empezó a mostrar otras inquietudes desviándose poco a poco de la tendencia expresionista e introduciendo en su obra materiales y elementos hasta entonces poco habituales. Fue a principios de los 60 cuando consolidó el lenguaje creativo que le consagró como el precursor de casi todos los movimientos posteriores.

Más información Tate Modern

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